Dilma Rousseff se defiende ante los senadores que deciden su destitución en Brasil en el que será, si se cumplen las previsiones, su último acto y el más dramático como presidenta del gigante sudamericano.
En una sesión que arrancó casi una hora más tarde, y precedida por un absoluto silencio a su ingreso en la cámara, Dilma comenzó con un discurso que apeló a la lealtad y a su respeto a la constitución.
«El 1 de enero de 2015 asumí mi segundo mandato, fui electa por más de 54 millones de votos. Asumí un compromiso de defender y cumplir la constitución para sustentar la unión y la independencia de Brasil. Respeté el compromiso que asumí y estoy orgullosa por ello», dijo Dilma.
Y prosiguió: «Jamás atentaría y practicaría actos contra los intereses de los que me votaron. Como todos tengo defectos y cometo errores, pero entre mis defectos no están la cobardía y la deslealtad».
Luego, la mandataria recordó los tiempos del país bajo la dictadura y su lucha por la democracia, su militancia en favor de la libertad, las marcas de la tortura: «Vi compañeros mientras eran violentados y hasta asesinados. Era muy joven, tenía mucha esperanza en la vida. Tengo secuelas de tortura en el cuerpo y el alma, pero no cedí y resistí, resistí las tempestades del terror. Continué luchando por la democracia. Hoy, como en el pasado, resisto. No esperen de mí el silencio de los cobardes. No lucho por mi apego al poder, lucho por la verdad y por la justicia. Lucho por los pobres de mi país».
En medio de su pronunciamiento Dilma debió superar otro momento incómodo: se le cortó la voz y hubo unos tímidos aplausos, sancionados por el presidente del Supremo Tribunal Federal, que preside la sesión y había pedido que no haya manifestaciones.
«Seré juzgada por un crimen que no cometí. Tengo mi conciencia absolutamente tranquila por lo que hice», advirtió e insistió: «Estamos a pasos de cometer un verdadero golpe de Estado».
Tras poco más de 40 minutos, Dilma concluyó su alocución con una frase contundente y dirigida a los responsables de su futuro: «Voten contra el impeachment, voten por la democracia».
Aislada políticamente, agobiada por la peor recesión económica desde los años 30 y con su partido ametrallado por denuncias de corrupción, Rousseff fue suspendida de su cargo en mayo, acusada de maquillar las cuentas públicas.
Esta votación es el punto final de un proceso que remece al país desde hace nueve meses, junto con una economía maltrecha y el descrédito en una clase política embarrada por escándalos la corrupción.
El mensaje de Dilma
En el Senado, Rousseff es interrogada por detractores y aliados bajo la mirada de Luiz InácioLula da Silva , su padrino político y la figura que encarnó el despegue de Brasil , el éxito de la lucha contra la pobreza y el presidente más popular de la historia moderna.
La mandataria afirma que es inocente y que el juicio es en realidad «un golpe orquestado» por su exvicepresidente Michel Temer, devenido en su némesis política y el probable presidente de Brasil por los próximos dos años.
La votación
El pleno de 81 senadores decidirá el futuro gobierno del país en una sola ronda de votación.
Los aliados de Temer aseguran tener entre 60 y 61 votos para garantizar la condena, más de los 54 necesarios, y todos los sondeos coinciden que sólo un milagro evitará la destitución de la mandataria.
Rousseff fue acusada de autorizar gastos a espaldas del Congreso y postergar pagos a la banca pública para mejorar de artificialmente las cuentas públicas y seguir financiando programas sociales el año de su reelección y a inicios de 2015, algo prohibido por la Constitución.
Su defensa aduce que las prácticas cuestionadas también fueron usadas de forma recurrente por gobiernos anteriores, sin que fueran castigados.
Fuente: La Nación