Benjamín Torres Uballe
“Conocer, conjeturar por algunas señales o indicios lo que ha de suceder”, es una de las acepciones de la Real Academia Española para definir el verbo prever. Y esto fue lo que no hizo el equipo del presidente Enrique Peña Nieto en Los Pinos y el Congreso cuando planeó, diseñó y se aprobó la reforma educativa; la más importante, según ha dicho el mandatario.
Lo anterior viene a colación porque quienes orquestaron esa modificación constitucional, y todos los que simplemente levantaron la mano —“oposición” incluida— para avalar lo que ordenó el señor Presidente, no tuvieron en mente —o no quisieron tenerlas— las resistencias al mencionado proyecto de los sectores que fueron excluidos en la negociación y discusión del mismo. Simplemente los desdeñaron con enorme soberbia y ligereza política.
Hoy, la administración peñista, muy a su pesar, se ve obligada por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y grupos afines, así como sus patrocinadores, a reconsiderar su negativa para revisar la reforma educativa. No le queda otra opción ante las cada vez más intensas y virulentas acciones de protesta, bloqueos y asfixia de la economía en Oaxaca, Chiapas, Guerrero y la Ciudad de México, que comenzaron a extenderse a otras regiones de la República. Es decir, el fuego se está propagando y podría incendiar todo.
Por ello, el gobierno federal ha decidido iniciar el proceso para “suavizar” la reforma y llevarla a un término light; sin embargo, no le concede el mérito a la CNTE, pues hacerlo implicaría reconocer que la Coordinadora finalmente venció y se salió con la suya al lograr que se modifique sustancialmente, lo cual lleva implícito el riesgo de que se llegara a consumar la exigencia de la disidencia magisterial: que se abrogue la “madre” de todas la reformas.
Y para hacerlo, ha elegido al personaje que atizó con su imprudencia, impericia política, falta de sensibilidad y arrogancia las llamas del problemón en que está metido el gobierno: Aurelio Nuño Mayer, el frívolo secretario de Educación Pública, amigo y consentido del Presidente, a quien la CNTE desconoció como interlocutor desde hace tiempo y del que, incluso, exige su renuncia.
Excluido Nuño Mayer de las mesas de negociación con Gobernación —a condición expresa de los mentores—, ha debido enfrentar este miércoles la ignominia de anunciar la revisión y modificaciones de facto a la multicitada reforma educativa, pero lo ha hecho arropado por el oficialista Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), encabezado por un líder incondicional y a modo para el gobierno: Juan Díaz de la Torre.
Disfrazados los cambios —que ya se gestaban en Los Pinos— como 12 propuestas del SNTE, el titular de Educación —léase el presidente Peña Nieto— tardó sólo una semana para dar respuesta a los planteamientos del sindicato afín al gobierno federal y que previamente no había tenido una postura crítica o de inconformidad ante los cambios en las leyes educativas.
No sólo hubo sumisión de la dirigencia del SNTE a la implementación de esa reforma, sino que, incluso, aceptó de la SEP 600 millones de pesos para difundirla, según publicó El Financiero en su portada el pasado miércoles. De ahí las fundadas suspicacias en el sentido de que sus propuestas fueron un montaje para que el gobierno justificase los ajustes a la reforma.
“Sé y conozco las inquietudes, las preocupaciones y los malestares que también tienen… Sin lugar a dudas, sé que la reforma educativa ha generado expectativas, ha generado preocupaciones, ha generado incertidumbres, ha generado, sin duda, también enojo”, le dijo Aurelio Nuño a la dirigencia del SNTE.
Si lo sabían este funcionario y su jefe, entonces, ¿por qué esperaron hasta tener el agua al cuello? ¿Por qué esperar a que la armonía social y el estado de derecho se pisotearan —y se sigan pisoteando— una y otra vez? ¿Por qué esperar a que miles de mexicanos se vieran afectados en su patrimonio o en el libre tránsito? ¿Por qué sólo mirar y no actuar?
Mientras que el secretario de Gobernación ha dicho que la reforma educativa no se negociará en ninguna de las tres mesas de diálogo y que la relacionada con el tema de educación debe ser atendida por el propio Nuño, la CNTE insiste en tumbarla como sea.
Por lo pronto, y de acuerdo a lo anunciado el miércoles, el gobierno peñista, apremiado por el caos de la Coordinadora, parece modificar el discurso y exhibe su disposición para llevar a cabo ciertos cambios a su proyecto estrella. ¿Qué alcance tendrán? Las circunstancias lo dirán.
No obstante, es necesario insistir que la intolerancia y el radicalismo de los profesores disidentes en nada colaboran para llegar a un acuerdo armonioso que beneficie a la sociedad, no sólo a sus líderes y vivales que los acompañan. Es necesario apertura y mucha negociación.
Un auténtico diálogo es imprescindible en estos momentos de grave tensión social que ha empezado a dividir a los mexicanos a causa de las protestas magisteriales y la anarquía que de ello ha derivado. De ningún modo es aceptable la conducta pusilánime y negligente del gobierno federal, ni las provocaciones, violencia y chantajes de la CNTE. Ideas y razones son la ruta.
@BTU15