La administración liderada por el Presidente Enrique Peña Nieto ha tenido el logro más importante en términos de aprobación de reformas estructurales en la historia reciente de nuestro país. Como he expresado en ocasiones anteriores, estos logros sólo se comparan con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que junto con políticas fiscal, monetaria y financiera prudentes y responsables, han permitido al país continuar creciendo de los año noventa a la fecha. Un crecimiento sano, con una inflación secularmente decreciente y una estabilidad financiera que permitió a México ser el primero en cumplir con los requerimiento de Basilea III (que “ni Obama los tiene”), por ejemplo. Por otro lado, no hay duda también de que hemos crecido a una tasa promedio apenas por encima de dos por ciento y que hemos calificado como mediocre, pero que de otra manera no sé si nuestra economía hubiera observado crecimiento alguno (en el mejor de los casos).
¿Por qué no crecimos más? Algunas veces por temas ajenos a nuestro país, como la crisis económico-financiera global de 2008-2009, pero considero que en otros periodos crecimos poco por no haber liberalizado la industria petrolera o no haber llevado a cabo la mayoría de las reformas que esta administración ha podido lograr su aprobación. Asimismo, como he expresado en este espacio con anterioridad (“Estado de derecho y crecimiento económico”, 4 de noviembre, 2014), considero que tampoco hemos crecido a tasas mayores debido a la falta de estado de derecho que las grandes deficiencias que tenemos tanto en nuestro sistema judicial, como en la administración de justicia no han podido corregir. Aquí hay mucho trabajo que hacer para corregir en lo que peor estamos, como es el caso de la justicia civil y penal, así como en la procuración del orden y la seguridad, que son los rubros en los que nuestro país se ubica en los últimos lugares del análisis comparativo factual del World Justice Project y que resultan en un alto grado de impunidad y propician la corrupción, entre otros males que aquejan a nuestra sociedad.
No obstante lo anterior, esta administración ha logrado un gran avance para poder alcanzar mayores tasas de crecimiento hacia delante, insisto, el avance reformista más importante que se ha alcanzado en los últimos veinte años. Asimismo, como comenté en febrero del presente (“Resultados económicos de los tres primeros años de la administración de @EPN”, 2 de febrero, 2016), en esta administración se han logrado obtener tasas de crecimiento mayores que en los primeros tres años de los dos sexenios pasados y con la inflación más baja de la historia. Entonces ¿Cómo es posible que el Presidente Peña Nieto enfrente la tasa más baja de aprobación que se ha tenido en los últimos 18 años? (30 por ciento de acuerdo a la encuesta de Parametría del 25 de junio del presente). Creo que la respuesta la podemos encontrar al amparo de dos factores: (1) Mala comunicación de los buenos resultados; y (2) falta de acciones concretas para fortalecer el estado de derecho y ataque frontal a la corrupción (“Se necesita un ‘golpe de timón’”, 23 de diciembre, 2014).
La semana pasada, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) eligió a Enrique Ochoa Reza como nuevo Presidente del partido. En el discurso que dirigió el día en el que tomó el cargo, Ochoa enfatizó en que uno de sus objetivos será mejorar la comunicación que la presente administración ha tenido con la sociedad, sobre todo en torno los beneficios de las reformas estructurales aprobadas en este sexenio. Asimismo, Enrique Ochoa hizo pública su declaración 3de3. En mi opinión, hacía mucha falta esa crítica al gobierno federal y más aún, que se quieran tomar acciones concretas al respecto. Más que por el PRI, considero que esto es necesario POR EL BIEN DE NUESTRO PAÍS. No podemos vivir sólo con noticias negativas. En este sentido, considero que es vital tener la información tanto positiva como negativa para hacer un balance realista de lo que está ocurriendo. En ausencia de las buenas noticias, aumentamos la probabilidad de que el hartazgo global que existe con respecto a los “políticos tradicionales” (o establishment) se exacerbe en nuestro país y la población vote por alternativas políticas inviables, pero que en su momento pueden representar un camino mejor, a pesar de que ningún tipo de racionalidad económica lo ampare. No se trata de hablar bien de México solamente, sino hablar de México como es, no como sólo las noticias negativas lo pintan.
El autor es economista en jefe de Grupo Financiero Banorte. Las opiniones que se expresan en el artículo no necesariamente coinciden con las del Grupo Financiero Banorte, por lo que son responsabilidad absoluta del autor.
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