Ana Paula Ordorica
Arranca la Convención Nacional Demócrata en Filadelfia y es claro que Hillary Clinton debe lograr sobretodo una sola cosa en estos cuatro días: debe de saber humanizarse y presentarse como una mujer, una política, confiable.
Las encuestas muestran que hoy 7 de cada 10 norteamericanos ven, piensan y sienten que Hillary Clinton no es honesta y no es confiable. Y estando estas últimas semanas en distintos puntos de Estados Unidos, es más que evidente que las encuestas en este respecto están en lo correcto.
Los estadounidenses han sido escépticos de los Clinton desde sus años de arranque político en Arkansas. El que llegue al poder alguien con pocos recursos económicos es fuente de cuestionamientos, el principal siendo ¿de qué va a vivir este servidor público que no tiene tanto dinero y dado que en el servicio público no se pueden hacer fortunas?
Más de tres décadas después, y de mucho dinero de por medio, el estadounidense promedio siente que los Clinton no son honestos. Que han recibido mucho dinero de Wall Street a cambio de compromisos políticos no del todo claros y que han utilizado como cortina de humo para enriquecerse la fundación que tienen, Clinton Global Initiative. Por si eso fuera poco, a los norteamericanos no les gusta que además Hillary le haya perdonado su falta de honestidad en el matrimonio al ex presidente Bill.
A todo lo anterior hay que sumarle ahora el escándalo de los correos electrónicos que envió en la crisis del ataque al consulado de Benghazi en septiembre del 2012 utilizando su correo electrónico personal y la receta para la desconfianza está completa.
Los estadounidenses no confían en Hillary. Y allá, a diferencia de México, la falta de honestidad o la percepción de que exista una falta de honestidad, es suficiente para hacer que un político, o política, pierdan la simpatía de los electores.
No deja de ser un enigma para mi que a Hillary la perciban tan deshonesta y casi cualquier estadounidense al que se le pregunte sobre ella dirá «no es honesta; es malvada», pero que a Donald Trump, que no deja de decir falsedades y que se presenta a sí mismo como el único y posible salvador del país a pesar de tener un largo historial de no ser el empresario más ortodoxo, se le perdone justamente todo este bagaje de deshonestidad.
La semana pasada en Cleveland el grito de «Enciérrenla» y «A la cárcel» fueron ensordecedores. Puede ser un sentimiento más acentuado entre los republicanos pero definitivamente no es algo que esté ceñido solo a ellos. Son muchos los demócratas que también desconfían de Hillary.
La explicación debe radicar en que ella proviene del mundo de la política y él del mundo empresarial. Que un político sea deshonesto parece ser mucho menos tolerado en la sociedad norteamericana.
Por ello esta semana que Hillary esté en el marco de la Convención de su partido en Filadelfia, la ciudad en la cual se redactaron las leyes de 1787 que aun rigen EUA, su primera gran tarea será lograr revertir o cuando menos modificar esta percepción que tanto daño le ha generado en su intento por llegar a La Casa Blanca.
@AnaPOrdorica