Benjamín Torres Uballe
La arrogancia de Manlio Fabio Beltrones se desborda por los poros de su piel. Se sabe un político experimentado, eficaz, hábil operador político. Entregó muy buenas cuentas al presidente Enrique Peña Nieto como coordinador de la bancada priista en la Cámara de Diputados cuando se aprobaron las reformas estructurales, el proyecto estrella del mandatario mexicano.
Sin embargo, no todas son “virtudes” en el ex gobernador de Sonora. El mayor lastre para el actual presidente del Revolucionario Institucional es justamente su ADN tricolor, motivo por el cual irremediablemente se le asocia con lo más repudiado PRI y del propio gobierno: corrupción, abuso, ineficacia, impunidad, influyentismo y la protección a correligionarios de mala fama.
Beltrones, hombre inteligente, fatalmente se quedó atrapado en el discurso anacrónico, en la demagogia barata que hoy muy pocos escuchan. Pareciera no haber comprendido plenamente que la sociedad cambió desde hace tiempo y por eso echó al PRI de Los Pinos en el 2000, hartada de esos priistas abusivos, aficionados a las corruptelas, al nepotismo, proclives a endeudar al país hasta las narices, al saqueo recurrente del erario y a los rentables “negocios”.
El domingo pasado, gran parte de la sociedad, de los votantes, se encargó de recordarle al líder del partido tricolor —así como a toda la militancia y, en especial, al priista número uno, Enrique Peña Nieto— que, efectivamente, existe un profundo “mal humor social”, al que resulta imposible acallar con peroratas vanas, cifras alegres y con programas asistenciales que nada solucionan.
Acción Nacional —según los últimos resultados— sería el gran triunfador de los comicios del pasado domingo. Pero no lo es. Al menos no en sentido estricto, debido a sus méritos. Hoy todavía permanecen en la memoria colectiva las pillerías de Guillermo Padrés Elías —otro ex gobernador de Sonora—, el caso de la Guardería ABC en Hermosillo, acaecido durante la administración de Felipe Calderón, el escándalo de los “moches” y el tema de la Estela de Luz.
¿Qué llevó entonces al PAN a lograr 7 de las 12 gubernaturas disputadas?, ¿cuál fue la milagrosa estrategia que lo revivió? Ninguna. Fue el propio PRI quien se ahogó políticamente con todo el lastre que lleva lastimosamente a cuestas: La Casa Blanca, la de Malinalco, protección a gente como Humberto Moreira y Javier Duarte, la intolerable violencia que priva en el país, los 55 millones de pobres, el caso Iguala, Tlatlaya y la baja aprobación del titular del Ejecutivo federal, entre muchas otras cosas. Eso lo tiene muy presente la sociedad y lo plasmó en las boletas electorales.
Manlio Fabio Beltrones recibió una lección de política que difícilmente olvidará. Menospreciar a los adversarios y suponer que los ciudadanos que ejercen el voto aún son de memoria corta es incurrir en un grave error. El perfil y necesidades de la población votante cambiaron radicalmente. Los jóvenes no se identifican con el PRI, por el contrario, lo repudian y buscan alternativas diferentes de gobierno. Un gobierno que los escuche, les proporcione las condiciones para una educación de calidad y las oportunidades para un trabajo decoroso.
Desde un tobogán se desliza la clase política, construido con todas sus pifias durante décadas de exprimir a sus gobernados, y rompe los nexos democráticos con la ciudadanía. Habrá quienes puedan tomar algún salvavidas, pero serán excepciones. La enorme mayoría seguirá cayendo en el descrédito y eventualmente la sociedad, en el futuro, también les hará pagar por ello en cada elección, como lo hizo ya el domingo.
Un impacto demoledor recibió el PRI y termina de encender las alarmas en la casa presidencial rumbo a las aspiraciones del 2018, para intentar conservar el poder que hoy parece un efímero retorno. El nuevo PRI no existe, nunca existió. Es la misma soberbia de siempre, los mismos dirigentes que miran sobre el hombro a su militancia y a la gente; ésos que viven como virreyes en su mundo artificial sin carencia alguna; sí, ésos que en un tono dramático o de mofa se montan en una retórica hueca e inmoral para ofrecer lo que jamás cumplirán.
No existe duda: en política nunca se termina de aprender, por más experiencia que se posea. Es el caso de Beltrones y del partido tricolor, que fracasaron estrepitosamente en su quimera de obtener 10 gubernaturas. La sociedad decidió otra cosa para hacer válido aquello de vox populi, vox dei. ¿Quién pagará por los platos rotos y la ignominia de la derrota?
FIESTA AZUL
Con siete gubernaturas en la registradora, la sede azul alberga alegría al máximo. Felicitaciones, abrazos, y promesas de que esta vez lo harán mejor, se escuchan entre la plana mayor del PAN. Volvieron a la vida, las alianzas funcionaron, pero sobre ello el hartazgo social provocado por su odiado rival el PRI, cosa que no deben perder de vista. Ahora deberán entregar buenas cuentas, so pena que les pase lo mismo que al partido en el poder.
@BTU15