«El Brexit es una gran cosa», ha dicho el candidato republicano nada más poner el pie en Escocia. «Es bueno que los británicos recuperen el control de su país». El cortejo de gaiteros que le ha agasajado a su llegada, para inaugurar el campo de golf de Turnberry tras la renovación que le ha costado 250 millones de euros, ha contrastado con la recepción que le han tributado los escoceses, hartos de las ínfulas del magnate metido a político y en protesta por sus comentarios racistas.
Trump ha elegido a conciencia el momento de su llegada, un día después del referéndum de la Unión Europea, y ha dado a la visita el máximo cariz político, con una conferencia de prensa al mediodía en la que se espera que salten chispas. El ex ministro principal de Escocia, Alex Salmond, ya ha advertido que no será precisamente bienvenido.
El pasado mes de enero, el Parlamento de Westminster debatió una petición popular (respaldada por 573.149 británicos) para pedir que se vete la entrada a Trump en el Reino Unido por su instigación al odio y al racismo. La propuesta causó un profunda división entre los 650 parlamentarios, que concluyeron que la prohibición serviría para dar más publicidad al aspirante republicano y convertirlo en un «mártir».
David Cameron ha reconocido recientemente que Trump «merece todos los respetos» después de haber ganado las primarias republicanas. El premier matizó sus propias declaraciones, cuando llegó a criticar como «estúpidas y divisivas» las palabras de Trump, cuando anunció su intención de prohibir la entrada en Estados Unidos a los musulmanes. Trump ha entrado también en un careo muy directo con el alcalde de Londres, Shadiq Khan, que le ha llamado «ignorante» y se ha ofrecido a ejercer de guía si algún día visita la capital británica para demostrarle que los musulmanes «no son mala gente».
Fuente: El Mundo