El domingo, unos 12 estados mexicanos realizaron elecciones y, ¡vaya sorpresa!, el Partido Acción Nacional de centroderecha, o PAN, parece haber triunfado en siete de ellas. The Wall Street Journal informa que los votantes de la décimo quinta economía más grande del mundo se han sentido decepcionados por la incapacidad del partido en el poder de reducir la deuda y hacer frente a la delincuencia, y por un presidente como Enrique Peña Nieto, quien de “niño maravilla” pasó a ser más niño que maravilla.
Menciono esto para ilustrar que México es una democracia que funciona y en la que los electores tienden a favorecer a conservadores que apoyan el sector empresarial, no una versión norteamericana de Libia que exporta yihad y refugiados a los vecinos. Alguien tiene que explicar esto a los votantes republicanos, cuyos cerebros, cual pepinillos en salmuera, se han marinado demasiado tiempo en una sarta de tonterías antimexicanas.
Estos son algunos elementos de ese disparate:
• México es un Estado fallido. Los problemas de México con los carteles del narcotráfico (cuya existencia es casi totalmente producto del apetito de los estadounidenses por la droga) son serios y bien conocidos. También lo son sus arraigadas debilidades institucionales, especialmente unas fuerzas policiales que actúan en connivencia con los carteles y que aterrorizan las zonas rurales.
Por otra parte, la tasa de homicidios en México durante 2014, de alrededor de 16 asesinatos por cada 100.000 habitantes, significa que el país es casi tan peligroso como Filadelfia, que posee una tasa de 15,9, y considerablemente más seguro que Miami (19,2) o Atlanta (20,5). ¿Son estas “ciudades fallidas” para los estadounidenses que no se atreven a visitarlas y deberían ser separadas del resto del país por muros?
• México constituye una amenaza para la seguridad de Estados Unidos. El intento más grave de atentado terrorista contra EE.UU. producido a través de una frontera terrestre ocurrió en diciembre de 1999, cuando Ahmed Ressam intentó pasar una bomba desde… Canadá. Los 19 terroristas del 11 de septiembre de 2001 entraron al país con visas legales y en vuelos regulares. La novia del atacante de San Bernardino, California, llegó aquí de la misma manera. Ningún acto significativo de violencia política de México contra EE.UU. ha tenido lugar desde que Pancho Villa atacó Columbus, Nuevo México, en marzo de 1916.
¿Podrían los terroristas infiltrarse en EE.UU. a través de la frontera con su vecino del sur? Por supuesto, si quieren arriesgarse a morir asfixiados en la parte trasera de un camión lleno de migrantes en algún lugar remoto de Sinaloa.
En cuanto a los delincuentes comunes, mi colega Jason Riley ha observado que la tasa de encarcelamiento de residentes nacidos en el extranjero en California es menos de la mitad que la los nacidos en EE.UU. Los delitos violentos cayeron drásticamente en este país durante las mismas dos décadas (1990-2010) en las que se produjo la “invasión” de inmigrantes ilegales.
• México roba puestos de trabajo estadounidenses. Hace poco, Donald Trump resucitó esta falacia al arremeter contra Nabisco y Ford por haber trasladado su producción de los estados de alto costo de Illinois y Michigan a México. No importa que una de las razones por las que Ford hizo esto fue para aprovechar los acuerdos de libre comercio de México con la Unión Europea y otros países; en otras palabras, es precisamente la oposición al libre comercio lo que empuja a las empresas estadounidenses a trasladar sus operaciones al extranjero.
Por otra parte, México es el segundo mayor comprador de productos fabricados en EE.UU. Christopher Wilson, investigador del Wilson Center, ha estimado que “seis millones de empleos estadounidenses dependen del comercio con México”. Esto es particularmente válido en los estados fronterizos. “México es el principal destino para las exportaciones de cinco estados: California, Arizona, Nuevo México, Texas y New Hampshire, y el segundo mercado más importante de otros 17 estados estadounidenses”, dice el experto.
• Los inmigrantes ilegales son una carga para el sistema . Este embutido debería venderse en Burger King. Los inmigrantes ilegales pagan miles de millones de dólares en impuestos estatales y locales, además de aportar anualmente unos US$15.000 millones al sistema de seguridad social, de los cuales probablemente nunca obtendrán un beneficio. Industrias enteras en EE.UU. (la agricultura, sobre todo) dependen de los inmigrantes ilegales; sin ellos, las frutas y verduras sencillamente se pudrirían en el campo.
Si hay un drenaje, es el de los mexicanos que regresan a su país. Cerca de un millón lo hizo entre 2009 y 2014, según el Centro de Investigación Pew. Esta cifra supera en 140.000 el número de personas que emigraron al norte en el mismo período. La tendencia tiene algo que ver con el crecimiento y la estabilidad de la economía mexicana, que en gran parte es función del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, o Nafta, por sus siglas en inglés.
Lo cual implica que la oposición de Trump al Nafta es aún más equivocada. Sin este tratado, México fácilmente podría haberse convertido en otra Venezuela, dirigida por un hombre fuerte al estilo de Hugo Chávez. Esto sí habría planteado una amenaza real para la seguridad de EE.UU., frente a la amenaza en la imaginación de Trump.
La actual es una temporada electoral lamentable, que los votantes conservadores (o sus hijos) recordarán con arrepentimiento político y remordimiento personal. El uso de “mexicano” como insulto hecho por Trump contra el juez federal Gonzalo Curiel es la ofensa más vergonzosa pronunciada por un candidato presidencial importante desde que Strom Thurmond se pronunció en 1948 en contra de “la raza negra”. Al igual que casi setenta años atrás, Trump atrae a los votantes alimentados con malas estadísticas y anécdotas engañosas, gente que se imagina a sí misma como víctima pero que se comporta como intolerante. Los líderes republicanos que creen que pueden adherirse o domesticar a Trump se encuentrarán, en cambio, manchados por él.
Mientras tanto, digamos claramente lo que no debería ser necesario decir: los estadounidenses estamos bendecidos al tener a México como vecino y a los hispanos como ciudadanos. En este punto, todo desacuerdo es inmoral.
Fuente: Bret Stephens/ The Wall Street Journal