El peso mexicano es la divisa que más se ha depreciado con respecto al dólar de EU en lo que va del año, entre las que más se operan en los mercados financieros internacionales. No obstante lo anterior, el real de Brasil ha observado una apreciación de casi 16 por ciento, el rublo de Rusia, casi 14 por ciento y el peso colombiano, 5.5 por ciento en el mismo periodo, por ejemplo. En contraste, las que más se han depreciado son el renminbi de China, 1.4 por ciento, el peso argentino, 7 por ciento y el peso mexicano, casi 9 por ciento. Es muy difícil explicar el comportamiento del tipo de cambio peso-dólar cuando la economía mexicana es la mejor emergente hoy en día, ya que cuenta con estabilidad macroeconómica y reformas estructurales aprobadas, que los otros países emergentes apenas sueñan con lograr. Las preguntas que recibo varias veces al día últimamente son ¿De qué están preocupados los inversionistas sobre México en particular? o ¿Por qué el peso mexicano sólo absorbe las malas noticias? Me gustaría ofrecer mi visión al respecto y para ello lo haré en dos partes: (1) El peso como el activo que refleja todas las oleadas de alta volatilidad; y (2) la posible reacción de Banxico y de la Comisión de Cambios al respecto.
(1) El peso como el activo que refleja todas las oleadas de alta volatilidad. Una vez más, nos volvemos a encontrar con un peso que vuelve a ser “víctima de su propio éxito”. Me refiero a que debido a que es la divisa emergente más operada, con un volumen diario promedio de 135 mil millones de dólares, que se opera 24 horas al día, prácticamente los siete días a la semana, el peso mexicano es un activo financiero muy líquido y muy sencillo de vender cuando existe alguna oleada de alta volatilidad, que algunos llaman “aversión al riesgo”. Desde mediados de 2014 cuando inició una serie de oleadas intermitentes de alta volatilidad, casi no hemos tenido un episodio de “calma prolongada” en los mercados financieros internacionales. Si no ha sido la caída de los precios del petróleo, fue la crisis de deuda griega o la aparentemente más pronunciada desaceleración económica de China y si no, otra vez el petróleo y ahora, lo más apremiante es la posibilidad de que el Reino Unido decida desincorporarse de la Unión Europea (Brexit). En todos estos eventos, como decimos en México “el peso ha sido el ajonjolí de todos los moles”. Hoy el precio del petróleo no ha sido tema, debido a que se encuentra cercano a los 50 dólares por barril. Tampoco lo es China, debido a que el gobierno ha ido demostrando que su economía crecerá 6.5 por ciento este año -como se lo propuso-, y que ha ido llevando a cabo el rebalanceo de su economía sin sobresaltos financieros. Por último, el Banco de la Reserva Federal de EU (Fed) ha pospuesto la continuación de la normalización de tasas de interés, por lo que es principalmente el Brexit lo que mantiene presionado al peso. Estoy seguro de que la incertidumbre que emana de estos factores está influyendo también, aunque en menor medida. Sin embargo, también anticipo que estos volverán a ser factores que aumenten las primas de riesgo de ciertos activos financieros, en donde el peso mexicano no será la excepción. Mi conclusión no es distinta a la que escribí el pasado 9 de febrero en este mismo espacio (“La pregunta de los 64 mil: ¿Hacia dónde va el tipo de cambio?”). ¿Qué otro factor de riesgo va a absorber el peso ahora? – Trump.
(3) La reacción de Banxico y de la Comisión de Cambios al respecto. En mi opinión, la reciente extensión de la Línea de Crédito Flexible con el Fondo Monetario Internacional –que agrega casi 90 mil millones de dólares más a las reservas internacionales del Banco de México, aumentando así la capacidad de intervención de la Comisión de Cambios-, debería de permitir al Banco de México regresar a la ortodoxia de mantener las políticas cambiaria y monetaria separadas. En este sentido, si se deterioran las expectativas de inflación, por ejemplo, se utilizaría un instrumento monetario, como la tasa de interés. Sin embargo, si se trata de un ataque especulativo directo en contra del peso en un ambiente de baja liquidez, se utilizaría un instrumento cambiario en conjunción con la Comisión de Cambios, como venta de dólares. Brindar certeza de esto y de que no se tiene la intención de llevar a cabo movimientos de política monetaria en reuniones no programadas, “calmaría” a los participantes de los mercados y se eliminarían primas de riesgo adicionales e innecesarias en el tipo de cambio y en las tasas de interés de corto plazo. La percepción de los participantes del mercado, sin embargo, es que Banxico preferiría ya no gastar un dólar más de las reservas y por lo tanto, que sería mejor aumentar la tasa de referencia, aunque sea por temas de estabilidad financiera relacionados al tipo de cambio. El problema, en mi opinión, es que si asumimos que una gran cantidad de tenedores de bonos de mediano y largo plazo tienen cobertura cambiaria, no les importaría una intervención cambiaria –que pararía a los fondos de corto plazo-, pero entonces un alza de tasas –sin justificación del ciclo económico porque no hay presiones inflacionarias de importancia-, podría “empinar” la curva de rendimientos –en lugar de aplanarla-, y provocaría minusvalías a dichos tenedores. En este escenario, hasta se podrían generar incentivos para que estos participantes salieran de este mercado, propiciando una transición a un peor equilibrio del que se desea lograr, comparado con el que se podría alcanzar sólo con algunas intervenciones cambiarias.
El autor es economista en jefe de Grupo Financiero Banorte.
Twitter: @G_Casillas