Benjamín Torres Uballe
El Partido Revolucionario Institucional (PRI) es un ente anquilosado y reacio a los cambios que demanda la sociedad actual. Su sordera política tiene irremediablemente un elevado costo institucional. Su obcecación usualmente lo conduce a repetir graves errores, una y otra vez.
Solía decir el entrañable escritor mexicano Carlos Fuentes que hay formas del prestigio que lo abarcan todo. Esto viene a colación, precisamente, por el desprestigio enorme del Revolucionario Institucional, acentuado en este sexenio por los abundantes casos de corrupción, tráfico de influencias, despilfarro y una serie de escándalos conocidos ampliamente aquí y en el mundo.
Todavía están en carne viva las profundas heridas que buena parte del electorado infringió en las urnas al partido del presidente Enrique Peña Nieto, cuando el dinosaurio tricolor hizo nuevamente de la suyas a la vista de todos.
La bancada priista en el Senado, junto con su marioneta del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), asestó la madrugada de este miércoles, de manera burda y mezquina, un “terrible descontón” a la iniciativa ciudadana conocida como Ley 3 de 3.
De forma descarada y tramposa, los legisladores del PRI impulsaron —hasta lograrlo— aplicar un recoveco a la Ley General de Responsabilidades Administrativas, pues si bien el artículo 29 señala que los funcionarios harán públicas, de modo obligatorio, sus declaraciones fiscal, patrimonial y de posible conflicto de intereses, deja la puerta abierta cuando especifica: “salvo los rubros cuya publicidad pueda afectar la vida privada o los datos personales protegidos por la Constitución”. ¡Qué tal!
Ahí está nuevamente el agandalle priista, el desdén hacia la sociedad —más de 630 mil ciudadanos firmaron la mencionada iniciativa— que exige el final de la eterna corrupción y opacidad practicada desde siempre por los militantes emanados de ese partido y que llegan a beneficiarse inmoral e ilegalmente cuando ocupan un puesto público. Los ejemplos no cabrían en esta columna.
Vale la pena destacar que en la complicidad de la oprobiosa acción de los senadores del PRI en la Cámara alta hay varios de sus colegas pertenecientes a otros partidos que “sospechosamente” se ausentaron o no estuvieron a la hora de la votación: 17 en total. Por cierto, varios de ellos envueltos falsamente en la bandera de la oposición, de críticos acérrimos del sistema. Al final, todos son iguales y se protegen entre sí. No pueden ni quieren afectar sus amplios patrimonios.
Respecto al Partido Revolucionario Institucional, no puede aspirar a permanecer en el poder con esa clase de chicanadas que no hacen sino exacerbar el rechazo que la gente siente por éste. Es un instituto que representa lo más abominable del repudiado sistema político mexicano y cuya decadencia es evidente. Los resultados del pasado 5 de junio así lo demostraron.
No obstante —de acuerdo a las cifras del pasado proceso electoral—, el PRI sigue siendo la primera fuerza política en el país al haber obtenido —junto con sus aliados— 5 millones mil 490 votos (35.44%) del total de sufragios válidos, que sumaron 14 millones 111 mil 936. La lectura es muy sencilla: sólo un ciudadano de cada tres que votó lo hizo por el tricolor.
Pero a pesar de los números duros, la realidad parece importarle poco al partido oficial. Tanto que no vacilan un instante para arremeter contra la población con acciones deleznables, como la que realizaron en el Senado de la República en contra de la Ley 3 de 3.
Todo indica, de acuerdo a su comportamiento, que aun herido seriamente el PRI no entiende o no quiere entender que debe transformarse radicalmente en una verdadera opción política y dejar de ser la ridícula caricatura que hoy rechaza la democracia mexicana. Actualmente, muy poco aporta el tricolor con candidatos, gobernadores y ex mandatarios inmersos en la duda, el desprestigio —otra vez esa palabra—, la incapacidad, la corrupción y la impunidad. Humberto Moreira, Javier y César Duarte, Roberto Borge, Egidio Torre Cantú y Eruviel Ávila no son para presumir.
AURELIO NUÑO Y EL VENDAVAL DE LA CNTE
A don Aurelio Nuño le ha crecido en serio el problema de la CNTE. A pesar del encarcelamiento de los dos principales líderes en Oaxaca, Rubén Núñez y Francisco Villalobos, las protestas, los bloqueos y los actos vandálicos de la Coordinadora, lejos de disminuir, se han radicalizado.
Si el titular de Educación Pública —y uno de los consentidos del Presidente— insiste en solucionar el conflicto sólo con discursos y amenazas, cae en el riesgo de que el problemón vaya todavía más al alza y se extienda. Hace falta mayor pericia en el manejo político, que hasta hoy ha estado ausente para terminar con la guerra de vencidas que afecta a la población.
De no llegar exitosamente a la conclusión del enfrentamiento con la CNTE (y quienes lo alientan y financian), el secretario de la SEP verá cómo se le van definitivamente de las manos sus aspiraciones presidenciales en las que lo montaron con calzador. Mientras tanto, observaremos el desarrollo, las escaramuzas cotidianas y la paliza al ya de por sí ninguneado estado de derecho.
@BTU15