Salud

Los microbios del estómago afectan salud mental

Publicado por
Aletia Molina

Hasta hace menos de una década, cambiar el comportamiento de una persona con un trasplante de heces habría parecido una locura. Tampoco es algo que vaya a suceder mañana, pero las investigaciones con animales sugieren que quizá no sea una idea tan descabellada. Lo que se está averiguando en los laboratorios sobre la influencia de las bacterias que habitan en nuestro intestino indica que no solo desempeñan tareas fundamentales para la salud de nuestro estómago. También influyen en el estado del cerebro.

Esas bacterias ya se han trasplantado experimentalmente en humanos para combatir infecciones intestinales y por la misma vía, o a través de la dieta o de alimentos probióticos, que incluyen microorganismos, servirían para tratar enfermedades psiquiátricas o neurológicas.

Un buen número de experimentos con animales, principalmente ratones de laboratorio criados en condiciones muy controladas, han mostrado que los microorganismos del intestino pueden afectar a su comportamiento y modificar el equilibrio químico de su cerebro. Se ha comprobado, por ejemplo, que cuando se introduce en ratones heces de humanos con depresión reproducen síntomas propios de esa enfermedad. En nuestra especie, también se han observado vínculos entre dolencias gastrointestinales y patologías psiquiátricas como el autismo, la ansiedad o la depresión.

Investigadores de todo el mundo están comenzando a identificar los mecanismos a través de los que las bacterias del intestino, mediante la producción de hormonas o las moléculas que generan al alimentarse, modifican la química de nuestro cerebro. Sin embargo, por ahora, el conocimiento sobre la influencia del microbioma ha llegado más a través del estudio de correlaciones que del análisis de los procesos concretos que las producen. Una serie de estudios publicada recientemente en la revista Science mostraba que una mayor diversidad bacteriana en el intestino estaba relacionada con una mejor salud. Además, vinculaba esa diversidad al consumo de yogur o café, y señalaba a algunos fármacos como los ansiolíticos o los antibióticos o a comer demasiado como culpables de un descenso en la variedad microbiana.

La complejidad del problema se puede entender a través de las cifras sobre la flora intestinal. Cada persona tiene en su estómago más de un kilo de microorganismos, la mayoría bacterias, de 1.200 especies distintas. Manipular ese engranaje para ajustarlo a nuestras necesidades sin producir efectos indeseados no va a ser fácil.

Ya hay algún ensayo clínico con probióticos para tratar la depresión que mejora los síntomas, pero son resultados que se tienen que confirmar. Más allá de estos productos que incluyen microbios beneficiosos, Balanzá destaca las posibilidades de la dieta para reparar la microbiota humana dañada asociada a la enfermedad mental. “Tenemos datos científicos de que una buena dieta, como la mediterránea, incrementa la diversidad de la microbiota intestinal y tiene efectos antiinflamatorios”. El psiquiatra de la UV puntualiza que este tipo de intervenciones “se consideran añadidos a psicofármacos o a otros tratamientos”.

El estudio del microbioma puede suponer un camino para comprender las conexiones entre el estado de ánimo y la salud física que vendrían a ser producto de procesos comunes. La inflamación es un nexo común que une la diabetes, enfermedades autoinmunes o el cáncer y podría ayudar a explicar que con cierta frecuencia aparezcan juntas algunas enfermedades mentales como la depresión asociadas a otras inflamatorias como el síndrome de intestino irritable.

Entender el papel de los microbios que habitan nuestro intestino en la inflamación ayudaría a tener una visión más amplia sobre un conjunto de enfermedades que aunque parezcan aisladas podrían afrontarse con más posibilidades de éxito con una visión más amplia. Así, concluye Balanzá, se podrán hacer intervenciones en psiquiatría “con tratamientos que habitualmente se han metido en el saco de la medicina alternativa, como la dieta, el ejercicio o unos patrones de sueño adecuados” sabiendo por qué afectan a la salud.

Fuente: El País

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Aletia Molina