Claudia Guillén
Desde su novela Morir en el Golfo, publicada en 1985, se observa cómo la voz narrativa de Aguilar Camín se integra por el interés del autor de dotar de una fisonomía al panorama del México contemporáneo en donde se entrelazan elementos oscuros de la conducta humana que alimentan los vericuetos del poder.
Autor de más de una decena de libros en los que en sus historias siempre habitarán personajes ricos y complejos. Y en donde a los personajes femeninos les da un tratamiento que les permite deambular libremente por cualquier escenario en donde las inserte. Pues las protagonistas de sus libros son trazadas como mujeres fuertes que muestran las debilidades de quienes las rodean.
Para fortuna del género femenino el paso de las mujeres por estos tiempos suena de forma recia y firme. En la literatura mexicana se dan ejemplos de protagonistas que son capaces de tomar las riendas de su destino. Ese tipo de personajes son los que pueblan la obra del escritor Héctor Aguilar Camín
En este mes comenzó a circular la novela: Toda la vida bajo el sello Literatura Random House. El libro abre con un epígrafe de la canción de Lucho Dalla que lleva el mismo nombre de este relato. Sí, aquella canción que hizo famosa Emanuel por los años en los que se desarrolla la historia y que puede ser una suerte de resumen del tema central del libro que ahora comentaremos.
Se trata de un relato corto en donde se recrea la memoria de un México que transita por los años noventa del siglo pasado. Conforme avanza la historia, el lector, se interna con docilidad en la nostalgia de esta gran Urbe pues al igual que sus protagonistas, Liliana y Serrano, podemos palpar los bares y restaurantes que fueron icónicos en aquella época y que fueron los testigos de este amor que comienza desde la adolescencia de ambos personajes. Aunque este amor inicia con la confesión hecha por la joven animada por unos tragos: “mandó a matar al novio de su hermana Dorotea”.
El narrador recuerda obsesivamente esta confesión y con ella va construyendo su propia historia alrededor de ese asesinato. Y al hacerlo introduce otro tema que se toca en esta historia: cómo actuaba el viejo modelo policiaco y su trasfondo público en una zona oculta.
Toda la vida es una novela corta muy bien narrada gracias a la pericia del autor: quien lleva a cabo un claro retrato de sus obsesiones literarias, abrevando en la condición del hombre como un ser vulnerable y atormentado por sus propias carencias, como lo podemos advertir en este libro. Me explico: Como ya lo decía líneas arriba el conflicto se desata cuando siendo muy jóvenes Liliana le confiesa a Serrano que ella fue capaz de mandar a matar. Sin duda, esta confidencia marcará el destino de esta relación amorosa de encuentros y desencuentros.
Serrano, quien es el narrador, siente por ella una atracción que lo invade como si se tratara de una adicción que cargará por “toda la vida”. Liliana es una mujer hermosa que hace voltear al más despistado. A diferencia de su hermana Dorotea ella es dueña de su cuerpo y de sus placeres. El alcohol se presenta como una fórmula que hace que su espíritu indomable se crezca todavía más. Tiene un amante que le lleva más de veinte años, pero en el fondo ella siempre le será fiel a Serrano. Este hombre que ha dedicado su vida al periodismo y a la escritura y que le teme a quien más ama. Pues cada vez que se encuentran comienza una borrachera interminable en donde la memoria, más allá del recuento de los daños, siempre será placentera y viva.
En esta pieza narrativa, Aguilar Camín, nos devuelve a una época no muy remota gracias a una prosa ágil que va develando cómo quienes habitaban esta ciudad estaban dispuestos a padecerla, pero también a disfrutarla. Personajes que centran sus intenciones en ese tema tan propio de la literatura de este autor: la fragilidad de la condición humana. Por ello creo que es una lectura que vale mucho la pena y que les recomiendo abiertamente.
Héctor Aguilar Camín. Toda la vida. México: Literatura Random House, 2016. 134p.