Colaboración de Benjamín Torres Uballe
La reciente conmemoración del Día del Trabajo en México conduce obligadamente a cierto tipo de reflexiones. La principal —y tal vez la que podría abarcar todas— es la siguiente: ¿Las condiciones laborales en el país han mejorado, siguen igual o de plano han empeorado?
De acuerdo con las benévolas cifras oficiales detalladas por el presidente Peña Nieto en la ceremonia del pasado 1 de Mayo, el panorama no sólo es positivo, sino que, todo indica, se vislumbra un camino de bonanza para la clase trabajadora nacional, y vea usted por qué: “De noviembre de 2012 a marzo de 2016, la Tasa de Informalidad Laboral se ha reducido en 3.2 puntos porcentuales, alcanzando su nivel más bajo en la última década. Hoy hay más trabajadores en la formalidad con los derechos al acceso de seguridad social”. La interpretación es discutible.
Una de las causas para que la informalidad se haya “reducido” bien podría atribuirse al incentivo temporal de la Secretaría de Hacienda, vía el Sistema de Administración Tributaria (SAT), para que no paguen Impuesto Sobre la Renta quienes se registren en el Régimen de Incorporación Fiscal (RIF), es decir, la zanahoria por delante, lo cual, sin embargo, no garantiza que los causantes que decidieron acogerse a este beneficio vayan a permanecer en éste.
Ahora, para el gobierno, hay cifras que indican una mejoría en los sueldos. Cita que “en el periodo diciembre de 2012 a diciembre del 2015, el Salario Mínimo General Promedio acumuló una recuperación en su poder adquisitivo de 5%, y al finalizar este año, tendrá una compensación prevista y proyectada, de al menos 6%. Es la mayor, para un periodo igual en los últimos 36 años”. ¿Acaso dos o tres pesos son para presumir?
En cuanto al número de trabajadores afiliados al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el Presidente dijo que del 1 de diciembre de 2012 al 31 marzo de 2016 creció en un millón 859 mil 970 empleos. “Hoy, por primera vez, hay más de 18 millones de trabajadores formales”. Probablemente así sea, no obstante, la mayoría de esos puestos son de bajo nivel, remunerados con salarios ínfimos, que resultan insuficiente en todos los aspectos.
Cuando Peña Nieto se ha referido al hecho de que actualmente hay más mexicanos con seguridad social gracias a su trabajo, omite un grave problema que afecta a millones de empleados mexicanos: precisamente la falta de esa imperiosa prestación, pues hoy son perversamente contratados por honorarios en las propias secretarías de Estado, dependencias oficiales y el Congreso. ¿Dónde está ese derecho que mediante artimañas y argucias legaloides hoy escatima el propio Estado? Esto es un flagrante retroceso en los derechos laborales.
A los escasos avances en la calidad de vida de la enorme mayoría de trabajadores nacionales, hay que agregar a los líderes sindicales, auténticos parásitos que viven como virreyes a costa de las cuotas de sus agremiados, del lucrativo “charrismo” y de todos los “negocitos” que su posición les permite realizar. ¿Ejemplos? Carlos Romero Deschamps, Joel Ayala, Víctor Flores… en fin. Muchos.
Sería mezquino y torpe negar ciertos avances en materia laboral, pero aún más ruin e inmoral desconocer e ignorar que la pauperización del bienestar de la clase trabajadora ha sido constante y progresiva. Ante ello, insistimos que mientras no se privilegie en la agenda gubernamental la educación de calidad, mayor presupuesto para la investigación y tecnología, seguiremos padeciendo, como sociedad, altos niveles de subdesarrollo, pobreza y el abismal infierno de la desigualdad que deriva, entre otras cosas, en que el 57% de los trabajadores lo hagan en la informalidad (La Jornada, 2 de mayo 2016) y que el éxodo de mexicanos hacia Estados Unidos buscando el empleo que no les proporciona su patria siga creciendo.
LA DEMAGOGIA EN EL SENADO
Verdaderamente son incorregibles los señores senadores. Al término del periodo ordinario, dejaron pendientes las leyes reglamentarias del Sistema Nacional Anticorrupción, el Mando Único y la regulación de la mariguana. Pero además de ineficientes, los legisladores —y principalmente sus coordinadores— ofenden nuestra inteligencia. Emilio Gamboa Patrón, líder de la bancada del PRI en la Cámara alta, insiste en vendernos un “extraordinario y productivo” trabajo legislativo. ¡Ah, qué señores!, no entienden que los tiempos cambiaron hace mucho.
EL RECTOR DE LA UNAM Y EL PALO A TRUMP
Ni duda cabe. La inteligencia es un don que muchos saben aprovechar de manera espléndida. Este lunes el rector de la UNAM, Enrique Graue, dio muestra de ello al tundir a Donald Trump: «No dejan de extrañar las declaraciones mezquinas y electoreras que en alguna vecindad global proponen construir muros, economías locales y castillos de pureza racial. Esos aldeanos, estoy cierto, están condenados a fracasar”. ¿La estrechez mental de Trump lo comprenderá?
@BTU15