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Una pesada capa del desamparo: Los últimos hijos

Publicado por
Aletia Molina

Claudia Guillén

La literatura mexicana cuenta con un buen número de autores, de distintas generaciones, quienes a través de sus libros han creado una geografía que recoge diversas épocas por las que ha pasado nuestro país desde el siglo XIX hasta nuestros días.

Los testimonios del quehacer literario, en su conjunto, muestran una sólida gama de puntos de vista, desde donde se pueden reencontrar escenarios que no pertenecen a nuestro tiempo, o bien, en los que nos identificamos como si fueran parte de nuestra propia memoria. Se trata, pues, de autores que han delineado su estética a partir de su contexto y, por supuesto, de sus propias obsesiones temáticas.

En otros espacios he comentado sobre “La Generación del Cambio de Milenio”- nombre que uso para agrupar a los escritores nacidos en la segunda mitad de la década de los setentas- quienes muestran una convergencia de miradas en donde el vacío existencial, las fobias, la violencia son temas enunciados de forma explícita o implícita. Sin dejar a un lado, la evasión a través de estados oníricos o locuras transitorias que se erigen como temas recurrentes y que, al unirse, crean un discurso literario que se apega a los valores de la tradición moderna.

Antonio Ramos (Monterrey, Nuevo León, 1977,) es uno de los representantes de este grupo. Este autor regiomontano se ha presentado en la escena literaria desde que era muy joven. Ha practicado el cuento, la novela y diversos relatos infantiles. Y el resultado ha sido el reconocimiento de su obra recibiendo varios premios y traducciones de sus libros a otros idiomas.

Los últimos hijos, editada por el sello Almadía, es su última novela publicada por este escritor y es a la que me referiré en esta ocasión. Se trata de un relato que, desde la primera página, atrapa al lector. Pues, Ramos, presenta el conflicto que se desarrollará a lo largo de la historia: han robado la casa, aunque han dejado intacta la habitación del bebé. Sus protagonistas, Irene y Alberto, rompen su aparente tranquilidad cotidiana al entrar a su casa y ver que todo se encuentra revuelto. No han dejado un espacio sin lastimar salvo el cuarto de ese bebé electrónico, que intentaron utilizar como un paliativo a la frustración que se les despertó al haber perdido un hijo.

Es Alberto quien narra cómo sucedieron los hechos y al hacerlo permite que los lectores nos vayamos adentrando en esa atmósfera opresiva que se vive en la casa de la joven pareja.  Sin embargo, el robo que se cuenta en esta novela no se trata de un robo común; en donde los perpetradores se llevan lo más valioso de forma rápida y como consecuencia de esa prisa rompen objetos casi por accidente. En el caso de los delincuentes que entraron al hogar y a la vida de los protagonistas, de este relato, toman su tiempo no sólo para hacerse de todo lo valioso sino, -semejantes a animales sin razonamiento- dejan huellas perturbadoras de su paso por esa casa que nunca volverá a ser la misma.

Después de hacer el recuento de los daños Irene y Alberto llevan a cabo los trámites ante el seguro y la policía. No obstante, y a pesar de que intentaron que todo continuara como antes, después de ese día la vida de esa pareja se transforma totalmente pues sus acciones los llevan a enfrentarse con escenarios que jamás pensaron conocer. De esta forma, sus victimarios se tornarán como parte cardinal de su futuro.

Los últimos hijos es una novela que nos introduce en las zonas más oscuras de la condición humana. Las decisiones de sus protagonistas los llevan por caminos insospechados y gracias a ello la tensión se mantiene durante toda la historia. Sus personajes parecen inmersos en una suerte de pantano del que les es imposible salir pues su educación, social y religiosa, junto con sus emociones, los han vuelto rehenes de su obsesión por ser padres.

Al principio de este texto mencionaba que los autores de la generación de Antonio Ramos son dados a contarnos historias que nos reflejan parte de este presente: que parece cargar con un vacío existencial profundo y que va de la mano con la violencia cotidiana. En donde habitan las nuevas tecnologías como parte natural del entorno. Todos estos temas se integran como el eje de Los últimos hijos.

Por ello les recomiendo que se acerquen a la lectura de esta novela pues al hacerlo encontrarán una narración ágil, contundente y sincera de cómo se vive el duelo de ser vejado y cuántas cosas pueden pasar cuando la fragilidad pareciera cubrirnos como si fuera una pesada capa del desamparo. //

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 Los últimos hijos. Almadía/Conaculta. México. 2015. 259 pp.

 

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Aletia Molina