El viernes 8 de abril comenzó la perforación del lecho del Golfo de México en una plataforma similar a la de los ingenios petroleros instalada 30 kilómetros mar adentro. Es la primera vez que se investiga el área marina del cráter Chicxulub, el boquete de 180 kilómetros de diámetro provocado hace 66 millones de años por el impacto y que a lo largo de miles de años fue quedando sedimentado, más o menos una mitad bajo el agua y otra bajo la superficie continental.
El área terrestre ha sido analizada durante las últimas tres décadas. La submarina no, por el esfuerzo técnico y financiero que acarreaba. Ahora un proyecto del Consorcio Europeo para la Perforación Oceánica (ECORD en sus siglas en inglés) está franqueando esa barrera. Con 10 millones de dólares de presupuesto y un equipo interdisciplinar liderado por la Universidad de Austin (Texas), el Imperial College de Londres y la Universidad Nacional Autónoma de México, algunos de los secretos submarinos de Chicxulub podrán salir por fin a la luz.
Hasta el miércoles, en sólo cinco días de perforación, se habían taladrado 450 metros bajo la superficie marítima. «Va más rápido de lo esperado», dice el profesor Urrutia. Antes de que acabe la semana se habrá superado el corte clave de los 500 metros. A partir de esa cota los científicos empezarán a extraer muestras de roca para analizar. En dos meses horadarán un kilómetro y medio, contando este primer medio kilómetro, y recabarán restos de minerales, trazas genéticas y microfósiles para tratar de esclarecer tres cuestiones fundamentales:
El golpe del asteroide marcó el fin del periodo Cretácico. Las pesquisas deberían aportar nuevos elementos de comprensión sobre ese cierre geológico y sobre el paso del Paleoceno al Eoceno, ocurrido hace 55 millones de años y en el que hubo un calentamiento global de unos dos grados que tuvo que ver con la desaparición de las grandes aves («como avestruces gigantes carnívoras», ilustra Urrutia) y la llegada del tiempo de los mamíferos, que se extiende hasta hoy.
A bordo de la plataforma habrá distintas clases de técnicos (por ejemplo, perforadores) y media docena de científicos que contarán con laboratorios de geoquímica, de propiedades físicas y de microorganismos, entre otros. Pasados los dos meses de trabajo en el mar, se prevé que en septiembre se haga una primera reunión general de evaluación científica. De ahí irán saliendo los detalles; tal vez alguno imprevisto: «Llevamos 30 años analizando el cráter y siempre aparecen nuevas preguntas», comenta el profesor Urrutia.
Mientras tanto otros pedruscos circulan por el Universo, pero la NASA y la Agencia Espacial Europea los vigilan. El organismo americano ha detectado unos 12.000 objetos amenazantes, 1.500 con teóricos riesgos potenciales, si bien en la práctica no se espera que ningún asteroide o meteorito nos borre de la faz de la Tierra.
Fuente: El País