Separados solo por un bulevar, en la capital de Brasil se levantan dos campamentos de manifestantes con opiniones contrarias que ponen de manifiesto la importante división ideológica del país que se ve reflejada en la Cámara de Diputados.
En su mayoría son sindicalistas y activistas para la reforma de la tierra, pobres y que llegaron en buses desde todas las partes del país para defender a Rousseff y a su formación, el izquierdista Partido de los Trabajadores, al que responsabilizan de los importantes avances que afectan a sus vidas. Dicen que el debate sobre el juicio político es un intento de las élites brasileñas para recuperar el poder tras 13 años de dominio del Partido de los Trabajadores.
Al otro lado de la calle, varios cientos de críticos con una mejor posición social exigen que se procese a la presidenta, a quien acusan del mal momento económico del país y de los casos de corrupción, que se reflejan en los elevados impuestos y el mal estado de hospitales públicos, escuelas y otros servicios básicos. Alegan que un nuevo inicio con un nuevo presidente es la única esperanza para insuflar aire en una economía que se espera se contraiga alrededor de un 4% este año.
A un lado del emblemático Eixo Monumental de Brasilia, que atraviesa el centro de la ciudad y desemboca en el Parlamento, varios miles de partidarios de Rousseff levantaron una ciudad improvisada con carpas, duermen en hamacas y se alimentan de arroz y frijoles servidos por voluntarios en cocinas comunitarias.
Los dos bandos prometieron inundar la ciudad de partidarios y detractores de la líder antes del crucial voto del domingo, cuando la Cámara de Diputados determinará si envía el proceso de juicio político al Senado. Los impulsores de la iniciativa necesitan el respaldo de dos tercios de los diputados, es decir, 342 votos de 513. Los cálculos de los principales medios locales muestran que estarían cerca de esa cifra.
Fuente: La Razón