En Sudán basta con una simple llamada telefónica de un funcionario de seguridad enojado para clausurar un diario en Sudán. La cuestionada Ley de Seguridad de 2010 habilita a los agentes de seguridad a operar de forma impune.
Las autoridades suelen irrumpir en las oficinas de un periódico y confiscar una tirada a la vista de todos, sin motivo alguno y con total impunidad.
El último periodista en caer en las redes de los Servicios de Seguridad e Inteligencia Nacional (NISS, en inglés) fue Faisal Mohamed Salih, quien no era ajeno a sus métodos de acoso y le impidieron salir del país.
«Me dijeron que mi nombre figuraba en una lista de personas que tenían prohibido viajar y me confiscaron el pasaporte», detalló en su página de Facebook tras lo ocurrido en el Aeropuerto Internacional de Jartum.
Crítico implacable del régimen islámico, Salih obtuvo el Premio Peter Mackler por sus valientes coberturas periodísticas étnicas en 2013.
Su experiencia no es más que la punta del iceberg en un país donde los profesionales de la prensa y los medios son constantes blancos de ataques.
En uno de los allanamientos más descarados, agentes de seguridad aprovecharon las primeras horas del día para irrumpir en una imprenta de Jartum el 15 de este mes y confiscar 20 mil copias del diario Al-Sudani, sin ninguna explicación.
Fuentes del diario dijeron que las pérdidas por el allanamiento ascendieron a unos 5 mil 800 dólares. Esas acciones los perjudican económicamente e impiden que la población lea lo que las autoridades desean mantener en secreto.
El allanamiento de Al-Sudani ocurrió mientras periodistas de Al Tayar, otro diario clausurado desde diciembre de 2015, realizaban una huelga de hambre para obligar a las autoridades de Jartum a permitirles reanudar las operaciones.
«Las huelgas de hambre pueden funcionar en Occidente, donde el fantasma de tal medida es una carga pesada para la consciencia de la sociedad. Pero en Sudán, puede considerarse anormal y contraria al islam», observó Victor Keri Wani, autor de »Mass Media in Sudan, Experience of the South 1940-2005» («Medios masivos en Sudán. Experiencia del Sur de 1940 a 2005»), en diálogo con IPS.
«Quizá solo las organizaciones de derechos humanos, los amigos y los familiares simpaticen con ellos, pero no el gobierno», consideró.
La organización internacional defensora de la la libertad de prensa Reporteros Sin Fronteras (RSF) informó que ocho ediciones del diario fueron confiscadas desde principios de 2015, cuatro sólo en febrero de ese año.
RSF registró 35 ediciones incautadas en 2014. Nunca pasa una semana sin que confisque una tirada o cierren el diario por un breve lapso.
«Los medios de comunicación en Sudán soportan una dura censura y un fuerte control por parte de los organismos de seguridad», explicó el profesor William Hai Zaza, jefe del Departamento de Comunicaciones de la Universidad de Yuba.
Los problemas entre los medios y los organismos de seguridad comenzaron cuando la junta, encabezada por Omar al-Bashir, dio un golpe militar en junio de 1989 y creó publicaciones para promover su visión del islam y del arabismo.
Los periodistas que discrepaban con la visión de la junta terminaron en la cárcel o tuvieron que irse del país. Es un secreto a voces en Sudán que el Gobierno islámico sigue financiando publicaciones para seguir su estricta línea política.
«A los diarios se les permite un limitado espacio para publicar una ligera crítica al Gobierno, lo que las autoridades usan para demostrar su compromiso con la libertad de expresión», observó Zaza.
A principios del año 2000, los periodistas sudaneses temían que quisieran eliminarlos después de que secuestraron y decapitaron al jefe de edición del diario Al-Wifag, Mohamed Taha, atemorizando a la comunidad periodística en el 2006.
A veces, los problemas locales suelen atentar contra la lealtad de los periodistas oficialistas, lo que los coloca en situaciones complicadas.
Por eso, numerosas emisoras de radio FM de Jartum optan por un contenido volcado al entretenimiento o los deportes las 24 horas del día. Los agentes de seguridad consideran que no son contenidos tan sensibles.
«El periodismo es una profesión peligrosa en Sudán y los profesionales del sector deben proteger sus vidas. La represión contra la prensa no se acabará en breve. Llevará cierto tiempo», subrayó Zaza.
Sudán figuró en 2015 en el lugar 174, entre 180 países, en el índice de libertad de prensa elaborado por RSF, y los especialistas no ven la luz al final del túnel para el periodismo sudanés.
«El espacio de los medios no se abrirá mientras los islamistas sigan en el poder en Sudán», se lamentó Wani.
«La represión contra la prensa no se acabará en breve. Llevará cierto tiempo», coincidió Zaza.
A menudo, los agentes emplean peligrosas estrategias de extorsión para asustar a los periodistas como acusarlos de ser espías israelíes, agentes del Mosad (servicio secreto de Israel) o de la CIA (Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos), un eufemismo de traidor, que se castiga con la pena de muerte en este país, precisó.