Neruda, cuyos restos se encuentran en el edificio del ex Congreso Nacional, ha tenido hasta ahora tres funerales y sumará un cuarto hoy, cuando sea enterrado, ojalá en forma definitiva, en su querida casa de la localidad de Isla Negra, aquella donde escribió, por ejemplo, el célebre “Alturas de Machu Picchu”.
La historia oficial cuenta que Neruda murió el 23 de septiembre de 1973 en la Clínica Santa María de esta capital producto de las complicaciones que le generó el cáncer de próstata que padecía, además de un estado de desnutrición que le significó perder peso en forma notoria.
Sin embargo, las más recientes investigaciones judiciales dan cuenta de un eventual envenenamiento por agentes de la dictadura, lo que debería ser corroborado en las próximas semanas.
Dos días después de ese trágico día, que marca a fuego la historia cultural chilena, se registra el primer funeral de Neruda en el Cementerio General de esta capital, tras el velatorio de rigor en “La Chascona”, la casa que el poeta tenía a los pies del Cerro San Cristóbal y que fue saqueada por los militares tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.
Cientos de personas caminaron junto al ataúd desde la residencia de Neruda, hoy convertida en una casa-museo, hasta el principal camposanto de Santiago, en un recorrido de unos tres kilómetros al cual se fue sumando gente en forma espontánea y que se convertiría en la primera protesta contra el régimen de facto.
El Premio Nobel quedó sepultado en aquella oportunidad en el mausoleo de la familia de la escritora Adriana Dittborn, quien ofreció el sepulcro en medio de los aciagos primeros días de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
En la actualidad, una parte mínima de los restos siguen siendo examinados por expertos de Dinamarca y Canadá para intentar determinar el origen de la bacteria que le habría provocado la muerte al vate.
Fuente: Crónica