Octavio, el Nobel
Ganador del premio Nobel de Literatura en 1990, Octavio Paz fue el primer mexicano en recibir el Cervantes, en 1981. Vivió casi todo el siglo XX, desde marzo de 1914 hasta abril de 1998. Su labor periodística y su poesía son su lado más reconocido; su misión diplomática lo más criticado por sus connacionales y su faceta como maestro de secundaria en Mérida, capital del sureño Estado de Yucatán, la parte menos conocida de su carrera , según el ministro de Cultura de México, Rafael Tovar.
Además de obtener los dos premios de Literatura más importantes para el mundo de habla hispana, Paz ganó el Príncipe de Asturias, el Alfonso Reyes y el Xavier Villaurrutia, este último cuando tenía 43 años. Obsesivo lector y observador para el que nada era ajeno, cuya curiosidad no discriminaba lo popular ni lo aparentemente menor, Paz tuvo una prolífica obra de la que el ensayo ‘El laberinto de la soledad’ es quizá la más reconocida.
En 2014, México celebró el centenario del nacimiento de “su escritor más completo” con un solo objetivo: que México lea más a Paz. En el marco de esta celebración, su colega y paisano Juan Villoro escribió: Una y otra vez (Paz) renovó su idioma en el acervo popular, celebrando las “fantasías y delirios verbales de los mexicanos”. No es casual que escribiera el prólogo a Nueva picardía mexicana, de Armando Jiménez: “Aquí sí hay lenguaje en movimiento, continua rotación de las palabras, insólitos juegos entre el sentido y el sonido, idioma en perpetua metamorfosis.
Carlos, el ‘más transparente’
Carlos Fuentes nació en 1928 en Panamá pero se convirtió en mexicano “por elección” y el país ganó con esa decisión a uno de sus más notables, lúcidos y prolíficos escritores. Conocido por su fino sentido crítico, la visión cosmopolita que le dio el ser ciudadano universal –pasó su infancia entre Argentina, Chile, Brasil, Estados Unidos y otros países americanos- y su claridad, Fuentes catapultó el boom de la literatura latinoamericana con su obra ‘La región más transparente’, de la cual la Ciudad de México adoptó cariñosamente esa autodenominación.
En 1987 recibió el Premio Miguel de Cervantes y fue elegido miembro del Consejo de Administración de la Biblioteca Pública de Nueva York. En los años posteriores recibió más condecoraciones, como la Legión de Honor francesa, la Orden al Mérito de Chile y el Premio Príncipe de Asturias, entre otras.
Su obra se compone de más de 50 libros, entre los que destacan ‘La muerte de Artemio Cruz’ y la controversial ‘Aura’, una novela corta que sufrió la censura de Carlos Abascal, uno de los secretarios de Gobernación del Gobierno de Vicente Fox, quien la consideró impropia por su contenido sexual. Pero el escritor no creyó que ‘Aura’ hubiera sido afectada por la persecución de las ‘buenas conciencias’ sino todo lo contrario: en la Feria del Libro de Guadalajara 2008 agradeció la censura, porque “multiplicó las ventas” de su libro.
Sergio, el irónico
El narrador, ensayista y traductor Sergio Pitol es un ilustre hijo del central Estado mexicano de Puebla y de la Universidad Nacional, donde estudió Derecho. Igual que Carlos Fuentes fue diplomático (embajador de México en Checoslovaquia) e igual que los otros cinco Cervantes mexicanos, periodista.
“Sus novelas son ejercicios de estilo que, mediante un humor refinado y mordaz, ofrecen una mirada desencantada de la realidad”, describe el Instituto Cervantes en su biografía. Destaca entre sus obras la Trilogía del carnaval, formada por ‘El desfile del amor’, ‘Domar a la divina garza’y ‘La vida conyugal’. También fue ganador del premio Xavier Villaurrutia por ‘Nocturno de Bujara’.
En 2005 recibió el premio Cervantes por su trayectoria y 10 años después, el premio Alfonso Reyes, entre muchos otros galardones nacionales e internacionales. “Sus cuentos y novelas se alejan de las tendencias literarias predominantes en las letras hispanoamericanas de su generación y destacan por su carácter erudito e irónico”, agrega el Instituto Cervantes sobre el poblano.
Pacheco, el ‘devoto’
“En José Emilio, desde muy joven, había un aura de bondad, de vocación de servicio, de preocupación por los demás, de devocionario con puras flores del mal prensadas entre las hojas. Toda la vida, José Emilio, el poeta, vestido de luto, caminó, leyó y se dedicó al cuento de nunca acabar que es escribir”, escribió la mexicana Elena Poniatowska en 2014 sobre su colega, compañero y amigo José Emilio Pacheco, tras la muerte del autor de ‘Ciudad de la memoria’.
«Su obra poética, caracterizada por la depuración extrema de elementos ornamentales, destaca por su compromiso social con su país», dicta la biografía del mexicano en el Instituto Cervantes.
Pacheco es otro hijo de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde inició su trabajo periodístico y literario en revistas estudiantiles. Fue jefe de redacción del suplemento ‘México en la Cultura’, del también escritor Fernando Benítez, donde fue compañero de Poniatowska, quien relata que José Emilio «sufría tormentos ignotos cuando rechazaba algún artículo del que Carlos Monsiváis se pitorreaba (…) Con razón, José Emilio dijo al recibir el Premio Cervantes que la lengua en la que nació constituye su única riqueza».
Elena, la ‘polaquita preguntona’
«Siempre fui una preguntona y seguiré siéndolo hasta que me muera», responde Elena Poniatowska al mote de ‘polaquita preguntona’ que el pintor Diego Rivera le adjudicó. La periodista recibió el premio Cervantes en 2014 y es la única mujer mexicana que lo ha ganado hasta ahora.
Es autora de la crónica más conocida sobre la masacre estudiantil de 1968 en México, ‘La noche de Tlatelolco’, obra que también se vio favorecida por las amenazas de censurarla: se esparció el rumor de que el Ejército iba a incautar el libro, y se vendió como pan caliente, recuerda la escritora. «Eso fue la mejor propaganda. Todo el mundo salió corriendo a comprarlo. Se hicieron cuatro ediciones en un mes. La locura».
‘Elenita’, como cariñosamente la llaman los mexicanos a su pesar, es muy popular en este país por su cercanía con la gente y su sencillez; su trabajo periodístico ha reflejado el sentir de muchos, como en el libro ‘Nada, nadie’, en el que reunió historias de las víctimas del terremoto que azotó la Ciudad de México en 1985. Pero no todos la perciben igual: su abierto apoyo al excandidato presidencial Andrés Manuel López Obrador le ganó aún más admiración de los simpatizantes del político, pero también el contundente rechazo de sus opositores.
Poniatowska dijo en 2015, sobre el más reciente ganador del premio Cervantes, Fernando del Paso, también mexicano: “Pone adjetivos como si tuviera un salero”.
Fuente: El País