Claudia Guillén
La vida de los libros se ha reducido y su permanecía en librerías no sólo depende de su calidad literaria sino de otros factores que tienen que ver más con lógicas mercadotécnicas. Por ello celebro doblemente la reedición de este relato que nos muestra un mundo rico en temas y conflictos que son desatados por sus protagonistas quienes parecieran habitar en una ciudad ajena al resto del universo, aunque la historia se desarrolle durante las últimas dos décadas del siglo XIX y las dos primeras del siglo XX en una pequeña población de nuestro país.
Como sabemos, en aquellos años nuestra nación se convulsionaba entre el cambio de siglo y los conflictos políticos, sociales y económicos. No obstante, en el relato que nos entrega Manelik de la Parra, los habitantes de ese pueblo minero- que toma como escenario para narrar su historia-, parecieran apartados de cualquier revuelta que no fuera la que se vivía en él. Y no era para menos pues el matriarcado de Julieta, la madre de las gemelas Ana y Alicia, se imponía para dirigir el destino de los pobladores más poderosos de aquella demarcación huasteca.
De la Parra estructura la novela intercalando pequeños fragmentos del pasado y del presente para mostrar así la vida de sus protagonistas. De esta forma, logra trazar como eje conductor de la historia todo aquello que pueda aludir a la fragmentación insertándola como de los personajes, de los tiempos y de los espacios.
Ana, la hermana menor, se interna en un mundo donde el erotismo se traduce en una forma de vida natural y se convierte en nativa de pequeño cosmos sensorial en el que se siente cómoda. Es una joven de 14 años que palpa sus instintos lascivos como si palpara un mango en su punto. Se divierte y disfruta con la libertad de su esencia sin pensar que las consecuencias.
Hugo, su padrastro, y el sacerdote, Hipólito, son personajes también muy atractivos pues presentan varias facetas de su vida. El primero llega al pueblo sin que nadie sepa por qué y se enamora de Julia. Su nacionalidad francesa lo hace un referente extraño para los demás. Sin embargo, cuando “Porfirio Díaz es por segunda vez presidente”, las vías de comunicación se ven interrumpidas y él se vale de palomas mensajeras para que sean el medio de comunicación, de quienes viven en esas tierras, con sus seres más queridos. Cuando logra el éxito en esta empresa su origen deja de ser un impedimento para volverse parte de la comunidad.
En el caso de Hipólito, oriundo de la ciudad, se va dando una transformación radical cuando es tocado por la tentación, que llega a poseerlo como si se tratara de un mandato del mismo diablo. Esta situación repercute directamente en sus sermones que se vuelven como una suerte de cruzada contra el demonio que puede dominar a cualquiera. Es tanta su obsesión que quienes acuden a misa sienten que el único cura del pueblo ha enfermado.
La lectura de Vuelos en el Deseo nos introduce en las costumbres y la fisonomía del siglo XIX, gracias a la habilidad del autor para recrear atmosferas de los escenarios que conforman la geografía de su relato. Con las acciones de los personajes, el lector, es capaz de darse cuenta cómo la diferencia de castas es asumida como una forma natural de vida en las postrimerías este siglo. O cómo la llegada de una extranjera vestida con pantalones y montando un caballo despierta los murmullos femeninos y las clandestinas miradas masculinas.
La narración fluye de manera eficaz y gracias a ella nos internamos en los atormentados mundos de sus protagonistas. Se trata, pues, de una novela que integra dentro de su trama las complejidades de la condición humana. Y éstas se presentan de manera frontal propiciando una empatía con los personajes más allá de que sus conductas puedan acercarse a las de un salvajismo extremo. Como es el caso de Alicia, quien es un testigo mudo,de todo lo que acontece a su familia. No obstante, ella se muestra como una pieza clave para hacer justicia con quien ha maltratado los principios de la fe.
Manelik de la Parra es un autor que cuenta con un gran manejo del lenguaje, así como un muy bien logrado oficio para el tratamiento de las situaciones y la construcción de los personajes que integran este relato. El mundo que nos exterioriza en esta novela se identifica por lograr guiños con libros clásicos que entrelaza con los personajes deambulan en mundos tan profundos como los que existen en las minas que están en las afueras de esta localidad.
Quien se acerque a la lectura de esta novela encontrará, -como lo dice en una carta que le escribe al autor la escritora Isabel Allende, y que aparece dentro del cuerpo del libro-: “aventura, suspenso, humor, sensualidad, magia, grandes pasiones, un aire poético y un soplo benevolente que atenúa la violencia y la maldad, dos ingredientes que también me seducen.” Y yo agregaría que a mí también.
Manelik de la Parra Vargas. Los Vuelos del Deseo. México: Editorial Vid., 2016. 240p.