Miró hacia el frente y dijo, aún tenemos tiempo. ¿Cómo es posible que un ser como nosotros, con nuestra inteligencia, este destruyendo el planeta? Hemos perdido sabiduría. El tipo de decisiones que tomamos hoy día afectan a las generaciones futuras. Tomamos todas las decisiones en función del dinero o la política. Existe una desconexión entre nuestro cerebro y nuestros corazones, debemos repararla
La embajadora de la esperanza y la conservación, la Dra. Jane Goodall estuvo cuatro días en México invitada por el Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza, FMCN que dirige Lorenzo Rosenzweig quién es el culpable que exista mi proyecto Comunicar para Conservar que semana a semana alberga Pepe Cárdenas en sus páginas. Una filial del Fondo, el Fondo para la la Comunicación y Educación Ambiental, FCEA que dirige Tere Gutiérrez, me ha otorgado cuatro becas sobre periodismo ambiental, Biodiversidad, Cambio Climático y Reforestación.
En una exhaustiva agenda realizó una excelente conferencia en la Universidad Iberoamericana. De esta y de una plática que tuvimos en Wild 9 en Mérida hace 8 años construyo esta nota. Jane con sus 82 años es junto a la oceanóloga Silvya Earle de 80, Sir David Attemborough 90 y nuestro socio estratégico Jean Michel Cousteau 78 años, los pilares de la conservación en nuestro planeta. Un cuarteto de adultos mayores del que debemos aprender y estar orgullosos, le dije a mi madre hace poco cuando me comentó a sus 91 años, qué rápido se pasa la vida.
Quiero agradecer a mi madre porque gracias a ella amo a los animales. Cuando tenía 5 años recogí lombrices del jardín y en vez de regañarme como lo haría cualquier madre me dijo, Jane hay que regresarlas al jardín porque se van a morir. Un año después fuimos a vivir a una granja y tenía la oportunidad de estar en un lugar donde había vacas, caballos, puercos, lo recuerdo como algo sumamente emocionante. En esos días mi tarea era ayudar con los animales.
Cuando fui a recoger los huevos de las gallinas no podía creer que algo de ese tamaño saliera por un orificio tan pequeño, ninguna gallina tenía un hoyo de ese tamaño. Nadie me dio una respuesta satisfactoria así que tenía que verlo con mis propios ojos. Cuando me acercaba a las gallinas las asustaba, así que espere, espere y espere… durante cuatro horas y media.
Mi familia estaba muy preocupada porque no aparecía, no sabían dónde estaba. Llamaron a la policía. Cuando aparecí a eso de las seis de la tarde, mi madre me vio que regresaba bien emocionada y en vez de enojarse, al ver mis ojos brillando de emoción, me dijo que quería escuchar mi historia maravillosa de cómo una gallina pone un huevo. La razón por la que cuento esta historia es porque ¿no creen que lo que forma a un pequeño científico es fomentar su curiosidad, sus preguntas, no encontrando las respuestas correctas, cometiendo errores y no rindiéndose, fomentando la paciencia? Fue todo eso que me dieron mis padres. Una madre distinta seguramente habría matado mi curiosidad y mi interés por la naturaleza y no estaría hoy acá.
Cuando cumplí diez años estábamos en plena segunda guerra mundial y no teníamos dinero. Así que a esa edad solía pasar mucho tiempo en la biblioteca y en una librería de libros usados y de segunda mano, era genial. Los libro simplemente estaban apilados en el suelo y el hombre me permitía leerlos, así que pasaba horas y horas ahí.
Hasta que un día encontré un pequeño libro que podía comprar, el dinero me alcanzaba, se llamaba Tarzan of The Apes (Tarzán de los monos, 1912). Me enamoré totalmente de la vida en la selva y de los simios. ¡Él se había casado con la Jane equivocada!
De inmediato pensé voy a vivir en África entre animales salvajes en cuanto crezca. Ese era mi sueño y mis compañeros de escuela pensaban que estaba loca. Era pobre, con mi padre peleando en la guerra y África estaba lejos. No se sabía mucho de ese continente, era extraño y obscuro para nosotros. Se reían de mí, sueña con cosas que si puedas lograr.
En ese tiempo no era común aviones que fueran y vinieran con turistas. Para colmo era niña y las niñas no tienen esas oportunidades. Todo el mundo excepto mi madre me decía, sueña con cosas que puedas lograr. Ella me dijo si quieres algo vas a tener que trabajar muy duro para lograrlo. Tomar ventaja de las oportunidades y nunca te rindas.
Y este es el mensaje que les llevo a los niños alrededor del mundo a los niños, a los que viven en pobreza, en comunidades lejanas, las ciudades o en cualquier parte. Yo era como ellos, pobre y lo pude hacer. Ese es mi regalo, si yo lo pude hacer, ellos también pueden. Es un mensaje muy poderoso.
Conseguí un trabajo en Nairobi, la capital hasta que conocí a este hombre, el Dr. Louis Laekey el antropólogo inglés quien había dedicado su vida a estudiar los restos y fósiles de hombres primitivos. Alguien me dijo, debes conocer a Louis. Así que fui al Museo de Historia Natural, concerté una cita con él y le pregunté, ¿hay algo en lo que pueda trabajar, que pudiera hacer algo con animales? En esa época aún no hallaban restos humanos, solamente de animales. Así que para mí fue mágico trabajar con los fósiles. Me envió a Gombe, Tanzania en 1960.
Me encantaba estar en el campo y ver los animales. Una tarde me encontré con un león y nunca antes el pobre había visto una creatura blanca como yo. Fue para ambos, aterrador pero al mismo tiempo emocionante. Esa noche alrededor de la fogata Leakey decidió darme la oportunidad de volverme su aprendiz. No de estudiar cualquier animal sino del más parecido a nosotros, los chimpancés. Imagina como me sentí. Tardó un año recaudar los fondos para el proyecto. Mientras regresé a Londres y obtuve mi diploma.
Las autoridades británicas no querían darme permiso porque no querían tomar la responsabilidad de una joven británica, en esa época Kenya era parte de lo que se llamaba África Británica del Este. Me dieron permiso solamente si alguien me acompañaba. Así que mi madre me acompañó por 4 meses. Estuve en la Reserva de Chimpancés en Gombe en Tanganyika Fue de mucha ayuda, hizo un dispensario médico y les daba medicinas, ponía inyecciones, vendajes. Estábamos cerca de Tanzania y los africanos pasaban mucho tiempo con ella, después descubrí que la llamaban la bruja blanca. Me ayudó a establecer grandes relaciones con la gente local y eso me puso en el camino correcto.
Descubrí un pico en donde podía observar a un grupo de simios con mis binoculares. Mi madre se tuvo que ir y me dijo aprende de tus observaciones. Los simios comenzaron a perder el miedo y se acercaban más a mí. Un día pude observar la figura de un simio al que llamé David Barba Blanca que tomaba una rama la rompía, le limpiaba las hojas y con la vara la metía en un nido de termitas y se las comía. ¡Utilizaba la rama como una herramienta! No sabía que pudieran hacer eso. Se suponía que solamente los humanos hacían eso y que eso nos diferenciaba de los animales.
Leakey me dijo, “solíamos definir a la humanidad por el uso de herramientas, ahora tendremos que redefinir al hombre. Porque si esto es lo único que nos hacía humanos, ya no lo es más”. Esta fue una de mis primeras investigaciones y por supuesto atrajo más fondos seguros y una estancia más larga en África. Hugo Van Lawick de Nat Geo hizo fotos y filmaciones de mis investigaciones y eso me dio cierta fama y dinero para mis investigaciones. Esto me llevó mis descubrimientos a la casa y las mentes de las gentes en los EU y posteriormente a todo el mundo.
Hoy día sabemos que biológicamente los simios, excepto el chimpancé pigmeo que está más cerca, son los organismos que más se parecen a nosotros. Tenemos el 98.6% de similitud en los genes con los simios. Nuestro cerebro es casi idéntico. La estructura y composición de la sangre e incluso el sistema inmunológico son idénticos.
Después hice mi doctorado en Cambridge en 1964 en etología, el estudio del comportamiento animal, para poder recaudar mi propio dinero. No siempre iba a depender de Louis Leakey. Estaba muy nerviosa porque había mucha gente que sabía más que yo. Los profesores me dijeron que había hecho todo mal, les había puesto nombres, que no debería hablar de los chimpancés como si fueran humanos, así no se hacía. Al líder de la manada le había puesto Goliat en lugar de macho Alfa. Los animales no tenían opinión, sentimientos, ni personalidad. Fue un shock para mí. Pero el programa de Nat Geo Miss Goodall y los chimpancés salvajes me hizo toda una celebridad en 1965. Ese año me caso con Hugo y un año después nace mi hijo Hugo conocido como Grub. Finalmente nos divorciamos en 1974.
Afortunadamente tuve un profesor que llegó conmigo y me dijo” todo lo que te están diciendo no es verdad, no puedes hacer de tu vida algo significativo siguiendo absolutamente todas las reglas que te imponen. Claro que los simios tiene personalidades, cada uno tienen una distinta”. Pensé que eso iba a ser mi contribución y la innovación que tenía que surgir de todo este estudio de observación de los chimpancés. Había entonces una brecha para separar al hombre de los animales. Y a pesar de que me decían que estaba mal me fueron aceptando mi tipología y gracias a eso podemos hoy día estudiar las emociones de los animales.
https://www.youtube.com/watch?v=2F8kp53JqLg
No solamente los humanos somos animales sociales. También los chimpancés y otras especies tienen la habilidad de usar herramientas. No todo el mundo estará fascinado con esto pero se van a sorprender si buscan en google como se las ingenian para abrir cocos. Nos muestran la inteligencia de los animales ya sean simios o pulpos.