Lo que esta sesión acarrea es que la bola, cada vez más grande y más ardiente, pase para el Congreso. El pleno de la Cámara de Representantes brasileña, con 513 diputados, votará el viernes. Si un tercio de diputados se manifiesta en contra de la apertura del proceso, el impeachment se detendrá; si no, seguirá su camino hacia el Senado. Ahí bastará una mayoría simple para que Rousseff sea apartada del cargo provisionalmente mientras se suceden las otras sesiones, las que, en puridad, juzgarán a la presidenta. Pero la mayoría de los analistas creen que una vez descabalgada del poder, Rousseff, cada vez más debilitada, no volverá.
El viernes comenzará la que, según los expertos, constituye la última barrera creíble del Gobierno: la de la Cámara de Representantes. Tanto Rousseff como el expresidente Lula confían en convencer a los 173 diputados necesarios para detener el proceso. Pero no va a ser fácil. Desde Brasilia, para conseguirlo, Lula negocia frenéticamente con parlamentarios indecisos prometiéndoles cargos o haciéndoles sentir su influencia y su peso político.
Fuente: El País