“Bienvenido a Latinoamérica, yo seré su guía”. Este fue el título que asignó la Sociedad de Alumnos de Estudiantes Latinoamericanos de Haas -la escuela de negocios de la Universidad de California, Berkeley-, a la conferencia que me invitaron a ofrecer la semana pasada en el California Memorial Stadium. En Berkeley, la cuna del “movimiento” “hippy” y “Peace and Love”, tuve el privilegio de dirigirme a un grupo de estudiantes de diferentes posgrados, principalmente de la Maestría en Administración de Empresas (MBA) y profesores, interesados en Latinoamérica. Cabe destacar que Haas es la única escuela de negocios en EU que puede presumir –entre otras cosas-, que la Presidenta actual del Banco de la Reserva Federal de EU (Fed), Janet Yellen, fue parte de su plantilla de profesores por muchos años hasta que se unió al Fed.
Es muy complicado hablar de Latinoamérica como un todo, comentaba a la audiencia, principalmente porque no es un conjunto de países homogéneos, ni siquiera por regiones. Hablando de los países más relevantes desde un punto de vista económico, tiene mucho sentido separar a México por un lado, a Perú, Chile y Colombia por otro, colocar a Brasil y Argentina en otro grupo y dejar a Venezuela, Bolivia y Ecuador en otro. Para dejar claro que la separación es por aspectos económicos y no futbolísticos, comentaré lo siguiente: Con años de apego a la ortodoxia económica, políticas menos intervencionistas y de mayor apertura comercial, Perú, Chile y Colombia quedan en un grupo, en donde si bien México podría formar parte, se diferenciaba de éstos por una ambiciosa agenda de reformas estructurales aprobadas, así como por su alta correlación con la tasa de crecimiento de EU y baja con respecto a la de China. El grupo de Brasil y Argentina se distingue por años de políticas populistas, cuyos posibles efectos negativos fueron sobrecompensados por el impacto de la expansión económica de China y de la expansión monetaria de EU. En este sentido Venezuela, Bolivia y Ecuador también se beneficiaron de China y el Fed, pero sus políticas fueron y continúan siendo mucho más alejadas de la ortodoxia económica.
La clasificación que llevé a cabo la fundamenté en dos aspectos: (1) Apego a la ortodoxia económica; y (2) correlación con el crecimiento de EU y de China, que va muy en línea con el porcentaje de exportaciones de bienes manufacturados –como México-, y de materias primas (commodities). En esta clasificación, pareciera que hoy por hoy México se encuentra años luz adelante del resto de países latinoamericanos, más aún por las reformas estructurales aprobadas, así como de las profundas crisis que actualmente experimentan Venezuela y Brasil y la fuerte desaceleración que observan el resto de países sudamericanos. No obstante lo anterior, considero que la revisión de la perspectiva de Moody’s sobre la calificación crediticia de la deuda soberana de México de “estable” a “negativa”, así como la filtración de los “Documentos de Panamá” la semana pasada, fueron un recordatorio de que si bien México se encuentra mejor posicionado actualmente, sin duda continua siendo un país emergente de Latinoamérica, en donde la economía y la política continúan altamente correlacionados.
Estos eventos recientes nos vuelven a recordar que no hay tiempo para complacencias y que hay que continuar canalizando esfuerzos para lograr tres objetivos en toda Latinoamérica: (1) Alcanzar mayores tasas de crecimiento de manera sostenible, que implica diversificación de fuentes de crecimiento. Mayor crecimiento interno, en el caso de México, Chile, Perú y Colombia, mayor apertura comercial para los demás. Rebalanceo entre exportación de commodities y manufacturas y mayor relación comercial para la mayoría de países latinoamericanos, así como mayor diversificación comercial para México, fuera de EU; (2) fortalecer sus instituciones y la instrumentación de un estado de derecho, con una clara disminución de la impunidad; y (3) disminuir considerablemente la desigualdad social y económica. En el caso particular de México, el cambio de Moody’s nos recuerda que la reforma fiscal fue “el negrito del arroz”, comparando con las demás reformas estructurales, que fueron de gran alcance. Como he comentado con anterioridad, considero que la reforma fiscal se llevó a cabo en la dirección correcta, pero fue muy limitada. Se necesita aumentar la base de contribuyentes, así como la forma de pagar impuestos –de lado de los ingresos-, y mejorar la vigilancia del gasto público y la rendición de cuentas, de lado de los egresos. Con esto se podrían propiciar incentivos para el pago de impuestos y mejorar la provisión de seguridad, estado de derecho y servicios públicos.
En conclusión, Latinoamérica enfrenta una vez más un ciclo económico difícil. Sin embargo, salvo en los casos más extremos, se ha logrado mucho en términos de estabilidad macroeconómica. Hacia delante, en mi opinión, existen cuatro características que continuarán haciendo que Latinoamérica tenga potencial de ser un gran continente: (1) Continuará siendo relevante económicamente, representando el 10 por ciento del PIB global y el 8.5 por ciento de la población del mundo; (2) será de las regiones del mundo en donde crecerá más la población económicamente activa; (3) cuenta con una localización geográfica muy privilegiada al sur de EU, y entre dos bloques económicos con alto potencial de crecimiento: Sureste asiático y Europa/África; y (4) hay un desencanto por las políticas populistas, juzgando por lo que ha ocurrido en Argentina –victoria de Macri-, Brasil –pérdida de popularidad del PT-, Bolivia –derrota en el referéndum para reelección de Evo Morales-, y en Venezuela, en donde Maduro perdió el control del parlamento en las últimas elecciones.
*El autor es economista en jefe de Grupo Financiero Banorte.
Twitter: @G_Casillas