El Real Madrid participó en el Periscope que Gerard Piqué ya tenía entre manos. Respondió con grandeza en el Camp Nou cuando peor pintaba la cosa. Benzema igualó el partido y Cristiano Ronaldo firmó el 1-2 definitivo a cinco del final. El Clásico lo acabó decidiendo el hombre que se escondía en las noches grandes. Pero él no fue el único que se señaló el escudo. Ahí estaba en el pecho. El Madrid recuperó su nombre y subrayó su emblema aunque no vaya a servir para inquitar la Liga del Barcelona.
El Clásico acabó en pedazos. La respuesta del Madrid confundió a un Barcelona irreconocible. No suele inquietarse con casi nada. Los de Zidane lo consiguieron cuando venían mal dadas. Dieron al Madrid por muerto y es lo peor que puede hacerse.
El fútbol es inexplicable. El Barcelona abrió el marcador la noche del homenaje a Johan Cruyff en un córner. Pepe perdió de vista a Piqué y el catalán superó a Keylor, que antes había volado para desviar una vaselina de Messi. En el Camp Nou ya estaba todo preparado. El Madrid, el de siempre, se mueve bien entre arenas movedizas. Su respuesta fue tan grandiosa como el escenario. Se levantó cuando otros, incluso otro Madrid, se hubiesen ahogado en el fango.
Marcelo, ese falso lateral, hilvanó una jugada de salón. Cerró su diagonal pisando la pelota y cediéndosela a Kroos, que centró o remató. Igual le dio a Benzema, que se encontró la pelota dentro del área y empató con un disparo acrobático. Entre el empate y el 1-2, anularon un gol legalísimo de Bale y Ramos vio su segunda amarilla, la que mereció mucho antes hasta en tres ocasiones. Estaba empeñado en ver desde fuera la victoria de su equipo.
Fuente: Marca