Colaboración de Ana Paula Ordorica
Decíamos en este espacio el martes pasado que el mundo está marchando al ritmo de Donald Trump. Y vaya que lo está haciendo.
Esta semana, el influyente semanario inglés, The Economist, hizo un listado de las principales amenazas globales. En el top 10, concretamente en el número 6, colocó la posibilidad de que Donald Trump gane la presidencia de EUA como una amenaza global.
¿Por qué una amenaza global? Porque facilitaría el que grupos extremistas islámicos sumen a sus filas a individuos descontentos con occidente en general y con Estados Unidos en particular. Con un Estados Unidos cuyo liderazgo estaría en manos de un hombre que ha dicho que quiere prohibir la entrada de los musulmanes a su país.
Una amenaza por su discurso anti China y anti libre comercio que seguramente afectaría las relaciones con esta potencia y las relaciones con México, ya que su discurso ha apuntado específicamente al tema del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
El riesgo de esta presidencia de Donald Trump la califica el Economist como moderado. Ve con mayor preocupación una caída ruda en la economía China, una escalada en el conflicto con Rusia por el tema Sirio y de Crimea, una fractura de la Unión Europea por las complicaciones económicas y por una salida de Grecia. Sin embargo, el que se esté contemplando esta presidencia de Donald Trump y en estos términos es de sí una señal de los tiempos modernos.
De un momento en el que los políticos siguen sin entender que no entienden. De las élites republicanas que se reúnen ya demasiado tarde para tratar de idear cómo y con qué candidatura pueden detener al magnate convertido de la noche en la mañana en político que hoy amenaza con que o le dan la nominación a él, o viene el caos.
Y mientras vemos que esto ocurre del otro lado del Río Bravo, aquí en México se ha estado discutiendo y deshojando la margarita de qué hacer con Donald Trump. De cómo debe responderle – o incluso si debe responderle- el gobierno al magnate de los bienes raíces.
Todo esto sin tomar en cuenta que el mismo error que están cometiendo las élites del partido republicano en EUA, queremos que cometa el gobierno mexicano. Donald Trump está siendo exitoso en su campaña por una simple y sencilla razón: porque lejos de estar buscando cortejar a Washington y a las élites partidistas, le está hablando al ciudadano promedio norteamericano.
Lo que ‘los de arriba’ piensen, sientan o dejen de pensar, a él le vale un comino. Se acerca a los enojados con la clase política y les dice lo que quieren escuchar: que él no pertenece a esa élite, aun cuando la conoce. Y que por ello sabe como debe tratarla y su éxito empresarial está ahí como testimonio.
México debe hacer lo mismo que Trump. Ya de alguna forma lo dijo el ex Secretario de la Defensa, David Petraeus, ahora que estuvo en nuestro país en la Convención Bancaria de Acapulco: debemos hablarle a los mexicanos y estadounidenses de a pie para mostrarles lo bueno que tiene que ofrecer México.
El diálogo entre la Cancillería y el Departamento de Estado está muy bien. Debe continuar. Pero la estrategia para enfrentar los insultos de Trump no se pueden limitar a ese ámbito. El mejor esfuerzo es con los consumidores promedio norteamericanos. Con quienes pueden ir a un restaurante mexicano; contratar a un constructor; a un diseñador…a lo que sea que tenga que ver con las miles de transacciones que se generan día a día entre la comunidad mexicana, tanto la radicada en EUA como la radicada en México mismo.
La amenaza Trump se debe enfrentar con una probadita de su propia medicina: dirigiéndonos a los estadounidenses promedio; a los de a pie; a los que Trump enciende con su discurso de odio, de racismo y de misoginia. Pero la llama que se puede encender es con lo mucho bueno que México y los mexicanos o los americanos de origen mexicano aportan a EUA.
Si nos empeñamos en un diálogo de autoridades, estaremos cometiendo el mismo error que ha cometido el partido republicano en su intento por frenar a Trump.
@AnaPOrdorica