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Terrorismo e Islam

Publicado por
José Cárdenas

Colaboración de Gabriel Casillas

 

 

 

 

La semana pasada el mundo fue testigo una vez más de un muy desafortunado ataque terrorista. Esta vez se perpetró en la capital de Bélgica, Bruselas. El Estado Islámico (o IS por sus siglas en inglés) se adjudicó el ataque. El número de ataques, así como de víctimas de los ataques terroristas relacionados a extremistas islámicos ha ido creciendo en los últimos años. Para algunos, el ataque en San Bernardino, California en diciembre del año pasado (14 decesos y 21 heridos) o el ataque de París el 13 de noviembre de 2015 –que dejó un saldo de 137 muertos y 368 heridos-, preceden al ataque en Bruselas. No obstante lo anterior, el ataque de la semana pasada es el dieciseisavo ataque relacionado con jihadistas en lo que va de este año y con el saldo de 33 personas que perdieron la vida y 271 heridos, el ataque en Bruselas no ha sido el más mortífero. El 30 de enero pasado, jihadistas de Boko Haram mataron a 65 personas e hirieron a 136 en una aldea de Nigeria. Asimismo, el 7 de enero un ataque con un camión-bomba en Zliten, Libia, dejó un saldo rojo de más de 50 muertos y de una centena de heridos.

El problema es muy grave y se está escalando. En octubre de 2014 tuve la oportunidad de sostener una charla informal con la Subsecretaria del Tesoro de EU, Sarah Bloom-Raskin -en el marco de la reunión anual del grupo de “Líderes del Futuro” del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF)-, y nos comentó que los dos asuntos que más le preocupaban eran: (1) ISIS (así eran sus iniciales en ese momento: Islamic State of Iraq and Syria); y (2) ciber-ataques. En este sentido, comentó que una gran cantidad de ciber-ataques podrían estar relacionados con ISIS. El gran problema, nos explicaba Bloom-Raskin, es que IS es una organización muy distinta a los grupos terroristas “más tradicionales”, como Al-Qaeda por ejemplo y que esto se debe a que IS se estaba conformando como una nación en términos de territorialidad –al este de Siria y norte de Irak-, y con una estructura organizacional de un gobierno como cualquier otro. En este sentido, conforme he dado seguimiento a este tema, ahora sabemos que tienen gente muy preparada a cargo de ministerios, como finanzas y defensa (no creo que tengan secretaría de turismo). De hecho, la semana pasada el gobierno de EU anunció que en un operativo militar se terminó con la vida del segundo a bordo de IS, Abdul Rahman Mustafa al-Qaduli, quien fungía como Secretario de Finanzas.

Lo que es más difícil de entender –al menos para mi-, es que muchos de los que se han unido a IS son musulmanes de tercera generación viviendo en países desarrollados, como Reino Unido, Francia y Bélgica, que estudiaron en un marco académico occidental, inclusive a nivel licenciatura, maestría y en algunos casos hasta nivel doctoral, decidan unirse a una organización extremista que utiliza medios criminales y que incita al sacrificio más grande, el de perder la vida propia en ataques suicidas, como el de Bruselas. En algunas publicaciones se ha comentado que muchas de estas personas que se unen al movimiento jihadista IS son hijos de padres que si bien practican el Islam, tienen ideas liberales. En este sentido, he tenido la oportunidad de platicar con varios inmigrantes que trabajan en el sistema financiero en Londres y París, tanto nacidos en países desarrollados, como en emergentes y con diferentes credos religiosos, incluyendo el Islam, como es el caso del Fondo Soberano de Kuwait (Kuwait Investment Authority). Todos coinciden en que desafortunadamente la marginación que viven desde niños los hijos de inmigrantes con bajo poder adquisitivo es tan grande, que crea incentivos perversos para unirse a estos grupos en donde se sienten identificados con lemas como “justicia social, étnica y religiosa”. Me comentan que en muchos casos, por ejemplo, el abuelo llegó de un país de medio oriente a Reino Unido, con casi nulo manejo del inglés, a trabajar limpiando baños, el hijo se ganó la vida limpiando chimeneas y el nieto aspira a ser botones de un buen hotel, a pesar de haber estudiado bachillerato, en donde también sufren de altos niveles de marginación a lo largo de su vida escolar, que también afecta mucho a quienes logran obtener mayores grados académicos.

El alto nivel de preparación y la organización que maneja IS, en este marco de extremismo, les permite ser una amenaza mayor que los grupos terroristas “tradicionales”. No sólo en términos de ataques físicos con bombas y metralla, sino también por la capacidad de llevar a cabo ciber-ataques. No me refiero a robo de información solamente, sino a llegar a bloquear la operación de ciertas instituciones o llegar a dirigir operaciones a control remoto con infraestructura existente. Imaginemos un ciber-ataque en donde dejan inoperante a un gran banco global o una bolsa de valores por varias horas o varios días –a pesar de tener fuertes controles y un sinnúmero de redundancias de operación y de respaldo de información-, o que a control remoto abran las compuertas de la presa Hoover en Nevada, en EU, permitiendo salir la cantidad de agua suficiente para dejar sin agua o sin energía eléctrica a una amplia zona del suroeste de EU. El impacto económico podría ser muy significativo.

A pesar de esto, considero que es un grave error confundir el Islam con terrorismo. Diferentes fuentes de información, incluyendo algunos reportes de Reuters y del gobierno de EU -entre otros-, estiman que existen entre 300 y 400 mil terroristas musulmanes extremistas, incluyendo combatientes en Siria e Irak, así como activistas y simpatizantes. Esto representa menos del 0.03 por ciento de la población mundial que se identifica con el Islam, que es equivalente a decir que más del 99.9 por ciento de los musulmanes no son terroristas. De hecho, una analogía que me parece muy elocuente para hacer todavía más evidente la mala generalización que mucha gente lleva a cabo al respecto, fue expuesta por Omar Alnatour en un artículo del Huffington Post el 5 de diciembre del año pasado. Culpar a los 1,600 millones de musulmanes por un acto terrorista perpetrado por algunas personas que practican esa religión, es prácticamente igual a culpar a una empresa automotriz “X”, cuando una persona que ha injerido altos niveles de alcohol atropella a otra persona, manejando un coche marca “X”. Desafortunadamente el alto grado de desconocimiento, así como tendencias racistas y xenófobas que recientemente están siendo incitadas por gente como Donald Trump, no ayudan a dimensionar adecuadamente el problema. Hacia delante, este es un problema que desafortunadamente llegó para quedarse y que tendrá un sinnúmero de consecuencias

*El autor es economista en jefe de Grupo Financiero Banorte.

Twitter: @G_Casillas

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José Cárdenas

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