Lo cierto es que aprender a esperar no siempre resulta fácil. Pero hacerlo es importante, incluso para la salud.
Cuando nos impacientamos, sentimos frustración y aumentan los niveles de estrés y adrenalina.
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Pero existen otros peligros vinculados a la falta de paciencia que, al menos a primera vista, no resultan tan evidentes.
Pero además, la impaciencia constante -y su consecuente ira y tensión- hace que nuestro organismo libere adrenalina y cortisol, hormonas que pueden dar lugar a un aumento de peso.
La grasa acaba adhiriéndose a las paredes de nuestras arterias, aumentando al mismo tiempo la posibilidad de sufrir un ataque al corazón.
La hipertensión arterial «es una condición compleja que implica factores biológicos y dietéticos», aunque el estudio demuestra que «el comportamiento y el estilo de vida pueden jugar un papel fundamental en la prevención y el manejo de la patología».
La hipertensión es un importante factor de riesgo de enfermedades del corazón, del hígado y de accidentes cerebrovasculares.
Según los investigadores (que sólo observaron este fenómeno en las mujeres) falta por averiguar si es la impaciencia la que acelera el envejecimiento o si, por el contrario, las personas con telómeros más cortos «saben», de alguna forma, que van a envejecer antes y desarrollan un carácer más impaciente.
Fuente: BBC