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Me opongo, luego existo

Publicado por
José Cárdenas

Sobre la marcha

Colaboración de Carlos Urdiales

 

 

 

Oponerse a proyectos y decisiones de gobierno es una razón de ser, una misión. Se trata de taras culturales que se fundan en la desconfianza, en la impunidad contemplada durante décadas, también son posturas políticas que, a través de campañas virales, se hacen mediáticas y, acompañadas con operación logística, se convierten en manifestaciones de hasta menos de 30 asistentes, pero funcionales para echar por tierra decisiones de gobierno.

Las fachadas de esos movimientos vecinales tienen por denominador común, la parcialidad de sus quejas, la ideologización de sus estímulos, ambientalistas y marchantes se acomodan según objetivos.

El paso a desnivel Mixcoac-Insurgentes creo movimientos contra la tala, la destrucción de camellones, quejas por el trazo, por la ciclo-vía, el cruce de peatones. Modificaciones improvisadas para mediar una oposición que cierra avenidas, que se amarra al arbusto por cortar.

El corredor cultural y comercial Chapultepec ejemplifica la supremacía de la inacción, de la suma cero según los juegos de poder, antes mejor nada que aquello que no me convence o beneficia a mis grupos de poder social y económico.

La peor parte la lleva el gobierno democráticamente electo, facultado y obligado a tomar decisiones. Renuncia a su potestad en aras de la consultitis manoseada por intereses y sin representar cabalmente el interés y conveniencia de las mayorías.

El trazo de acceso del tren interurbano Toluca-Ciudad de México en el poniente de la capital. A los vecinos de los barrios de Santa Fe les bastaron algunos bloqueos, pocas mantas, desmanes menores y vasta cobertura, para echar el tren a la barranca.

Ningún ambientalista o similar apareció, prevaleció la anarquía en una avenida como Vasco de Quiroga, con sus tianguis, bases de taxis piratas, talleres sobre el arroyo, mercados, comercios informales, basura y transporte público. Son imbatibles.

La rueda de Chapultepec rodó, rueda, faltaba más. Un proyecto sólido, analizado, de casi nula huella ambiental, sin inversión pública. Todo bien hasta que… descubrieron, inventaron que había una mejor opción, una que en la víspera no estaba en el mapa. Mejor moverla del bosque a un costado del Auditorio Nacional.

Por el momento y a falta de nuevas marchas y quejas, tuitazos y persecución virtual, allá irá a parar el émulo del London Eye.

El debate próximo ya está aquí, el destino, uso y usufructo de los terrenos del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México cuando en 2020, queden deshabilitados gracias a la nueva terminal. La disputa entre gobierno local y federal está revestida de buenas maneras, pero el fondo es duro y rudo, no cursi. La guerra es subterránea y huele a 2018.

Lo que sea que se proponga, zoológico, parques, habitaciones, comercios, lagos o las populares ciclo-vías, encontrará su correspondiente oposición. Me opongo, luego existo. Es lo de hoy y lo de mañana, también.

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José Cárdenas

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