Colaboración de Carlos Urdiales
Polos opuestos, contrastes para mirarnos a contraluz. El premio Nobel de literatura 2010, Mario Vargas Llosa presentó su más reciente novela, “Cinco esquinas” (Alfaguara), en al hacerlo, habló en España con periodistas, sobre periodismo amarillista, una tara socio-cultural de nuestro tiempo.
En México, el licenciado José Refugio Rodríguez Núñez, abogado del Chapo Guzmán, en entrevista con Ciro Gómez Leyva, dijo que su cliente está acorralado por el trato inhumano que recibe en el penal federal del que se fugó en 2015, lo despiertan cada cuatro horas para pasar lista. Desvelado el capo, pidió al abogado que acelere su extradición a Estados Unidos.
El defensor aclaró y trató de matizar sin éxito: “en un acto de desesperación fue que me dijo eso”. Los recursos legales interpuestos para evitar la extradición a Estados Unidos de su defendido, dijo, no pueden cancelarse ni desmontarse de un día para otro, pide respetar sus derechos humanos, sin distingos ni por su peligrosidad, ni por sus antecedentes escapistas. Pero, la nota estaba escrita, cantada la cabeza, con sound bite incluido.
Ayer también, la CIDH presentó su informe «Situación de los derechos humanos en México», en el cual afirma que el país atraviesa una grave crisis de violencia y de seguridad, con miles de muertes y desapariciones. «Especialmente grave es la información amplia y consistente recibida por la CIDH a través de sus distintos mecanismos sobre la existencia de una práctica de desapariciones forzadas a manos de agentes del Estado o con la participación, aquiescencia, o tolerancia de las mismas”.
En la Casa de América, en Madrid, Vargas Llosa sentenció sobre el periodismo, sombra de su vocación literaria: “La responsabilidad que tenemos los que escribimos en periódicos es enorme, y es la de no mentir. La irresponsabilidad es lícita en la literatura, pero no en el periodismo”.
Ficciones a partir de realidades inundan notas, crónicas e informes, expertos dependientes enviados por la CIDH viven del mito, alimentan otras hogueras, explotan el natural dolor, la rabia legítima de 43 padres huérfanos de hijos y de una sociedad lacerada por la impunidad y corrupción. Prolongar su coadyuvancia, con cargo al erario público a razón de un millón de dólares el semestre, explica cosas y revela otras.
El quinto autobús que salió de Iguala cargado de heroína con destino a Chicago la noche del 26 de septiembre de 2014 en medio de la “normalizada” toma de camiones por estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, fue la génesis de persecuciones y balaceras, sospechas entre cárteles, policías municipales a su servicio y autoridades perredistas cooptadas hasta la ignominia, eso, ellos y no el Estado, terminaron con la vida y restos de esos jóvenes.
El amarillismo del que habló Vargas Llosa tiene intenciones y utilidades colaterales, políticas, ideológicas, a veces, simples ambiciones profesionales.