Salvo los últimos tres días que no pudo hacerlo, trabajó todos los días de su vida. Murió de cáncer el viernes en su casa en Milán a los 84 años. Al conocerse la noticia de su muerte sus alumnos dejaron rosas blancas afuera de su casa. “Era un sabio que conocía todas las cosas simulando que las ignoraba para seguir aprendiendo”, escribe el periodista español Juan Cruz.
El periódico La Stampa publicó: “Filósofo, padre de la semiótica (estudio de la significación y el sentido de las palabras), escritor, profesor universitario, periodista, experto en libros antiguos: en cada una de sus almas Umberto Eco era un estrella internacional; pero con sus colegas, lectores, alumnos jamás exhibió la pose de snob, era amable y accesible. Umberto Eco se reía. Encendía un cigarrillo y se bebía un wisky. Contaba una broma antes de presentar una nueva teoría lingüística”. Como a García Márquez le divertían las interpretaciones a su obra.
En 1954 terminando su doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad de Turín entró a trabajar para la Radio y Televisión Italiana, RAI. Era un semiólogo que se ocupaba de los comics y que trataba de entender la cultura de masas y los medios de comunicación. Alguna vez para escribir un ensayo sobre las maquinitas con las que juegan los jóvenes estuvo días jugando con ellas (flippers).
En los 60 y 70 fue profesor de las universidades de Turín y de Milán, de ahí pasó a de Bolonia y luego fundó la Superescuela, Escuela Superior de Estudios Humanísticos. Hasta el día de su muerte fue secretario de la Asociación Nacional de Semiótica.
Recibió numerosos premios como el Príncipe de Asturias y la Legión de Honor Francesa; y treinta y ocho doctorados honoris causa. Su primera novela, El Nombre de la Rosa (1980) vendió 30 millones de ejemplares en todo el mundo. Por cierto tardo 5 años en escribirla después de haber publicado 23 libros sobre semiótica, lingüística, estética y moralidad.
“Umberto Eco ha sido mi querido maestro. Sé que el mundo va a echar de menos, y mucho, su lucidez intelectual, la erudición divertida y fantástica de sus novelas, su extraordinario vigor teorético. Sin embargo, quienes hemos sido sus discípulos lo que ya echamos de menos es a él. Porque Umberto Eco sabía establecer una relación especial con sus alumnos.
A menudo en mis pláticas con periodistas utilizo la imagen de la Isla del día de Antes (1994). Como todas las novelas de Eco tiene muchas lecturas, la literaria, la semiótica, la histórica y la lúdica. Si no lo ha leído se lo recomiendo mucho cualquiera de sus novelas: El Péndulo de Folcault (1988), El Nombre de la Rosa e incluso un maravilloso recorrido por la historia de la cultura en Italia, La misteriosa llama de la Reina Loana (2004).
Para los periodistas indispensable Número Cero (2014). «No son las noticias las que hacen el periódico, sino el periódico el que hace las noticias, y saber juntar cuatro noticias distintas significa proponerle al lector una quinta». Lea usted a Umberto Eco para poder vivir siete mil años y no una sola vida como escribió en una de sus columnas semanales en L’ Espresso. «Para sobrevivir, tengo que contar historias»
El profesor Eco estaba trabajando en un último libro sobre estas columnas en donde destaca una sobre el Papa Francisco a quien conocía y admiraba. El título del libro es El Papa Satán Aleph, Crónicas de una sociedad liquida. Es la historia de estos últimos 15 años. Será publicada este mes en la editorial que fundó, La Nave de Teseo, tras su desacuerdo por la fusión de su editorial de toda la vida, Mondatori con el grupo RCS.
La nuestra es una nación aparentemente laica en donde Dios no es el poder pero el poder es un Dios. Eso dejo en claro la reciente visita del Papa Francisco a nuestro país. La Universidad de Georgetown contradice a la diócesis mexicana que dijo que el catolicismo bajo en las dos últimas décadas de 95 al 83%. La universidad lo tasa en 69% debido al avance de otras iglesias. Chiapas y toda la península de Yucatán son un buen ejemplo. El catolicismo está perdiendo clientela.
Sin embargo antes de llegar Bergoglio advirtió que no venía a nuestro país como salvador sino como peregrino. Tocó temas sensibles como la comunión de obispos con el poder, “no son príncipes”, les dijo. Los asesinatos de mujeres en el EdoMex (2,318 mujeres asesinadas en la última década, seis de estos años gobernado por Peña Nieto) y Ciudad Juárez; el maltrato a migrantes, la discriminación a indígenas y grupos marginados; todos somos necesarios dijo en la Basílica de Guadalupe.
“Sr, Presidente, la experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo”, dijo ante Peña Nieto en Palacio Nacional.
A la elite política el mensaje les paso como si no se estuviera refiriendo a ellos. Era más importante sacarse la selfie con el Papa. Umberto Eco escribe: «Hoy, cuando afloran los nombres de corruptos o defraudadores y se tiene mayor información, a la gente no le importa nada y solo van a la cárcel los ladrones de pollos albaneses” (si no pregúntele a Moreira).
México es un país de jóvenes y el Papa les dijo: “También debemos darnos cuenta de que un futuro esperanzador se forja en un presente de hombres y mujeres justos, honestos, capaces de empeñarse en el bien común, este bien común que en este siglo XXI no goza de buen mercado”.
“Este no es sólo un asunto de leyes que requieran de actualizaciones y mejorar –siempre necesarias–, sino de la urgente formación de la responsabilidad personal de cada uno, con pleno respeto del otro como corresponsable en la causa común de promover el desarrollo nacional”, dijo en una velada crítica a las mentadas reformas estructurales para luego afirmar que lo anterior es responsabilidad de todos.
“En esto ustedes (los indígenas) tienen mucho que enseñarnos. Sus pueblos, como han reconocido los obispos de América Latina, saben relacionarse armónicamente con la naturaleza, a la que respetan como «fuente de alimento, casa común y altar del compartir humano» (Aparecida, 472).
¿Cuándo el estado mexicano pedirá perdón a sus indígenas, a el 87% de mexicanos que viven con menos de 10 pesos al día, el 43 millones de ellos en pobreza extrema, familias que viven con menos de 5 pesos al día, según datos del Banco Mundial?
La visita del Papa evidencio en nuestro país una profunda crisis social, ambiental, moral, ética y humana inmensa. Como decía el Capitán Cousteau nos vamos acostumbrando a vivir con una calidad de vida empobrecida, se nos hace “normal”. Salvo su mejor opinión querido lector. «¿Qué es la vida sino la sombra de un sueño fugaz?” (U. Eco)