Aun así este californiano de 41 años, nacido en Hollywood, se niega a hablar de una estatuilla que le ha sido esquiva las otras cuatro veces que estuvo nominado. Y que le dio la espalda cuando su carrera saltó a la fama con Titanic: el filme consiguió el mayor número de nominaciones de la historia, pero él ni optó al Oscar. “Es un paso en la dirección adecuada”. No habla de su carrera sino de lo que el reconocimiento significa para El renacido y el cine. “No hemos visto nada igual. Y la televisión vive un momento tan bueno que en el cine necesitamos algo así, tan visceral, que haga a la audiencia apreciar nuestro arte”, se explaya. “Ya no se hacen películas como las de antes y El renacido es la respuesta. Espero sirva de ejemplo a seguir porque amo el medio y quiero seguir haciendo cine”.
No fue una película fácil. El director, Alejandro González Iñárritu, llevó a su equipo al límite para contar la historia de un trampero del siglo XIX abandonado a su suerte tras ser atacado por un oso. “Como dice Alejandro, el dolor se pasa y el cine permanece”. Fue un viaje existencial, en la pantalla y fuera de ella, una historia de supervivencia y venganza donde le interesó la poesía del personaje. “Contada con silencios. Quería aún menos diálogo. Ya he dicho muchas tonterías en mi carrera”, bromea, con más de 25 películas a sus espaldas. “Fue un trabajo guiado por el instinto, donde vives a través de los ojos del protagonista. Ellos son la catálisis de la historia y su atractivo”.
Los ojos de DiCaprio brillan con la misma intensidad que los de su personaje, dejando clara su pasión por el cine. La misma que sintió cuando de niño adoró Taxi Driver, o cualquier filme de David Lean, con los que se atreve a comparar El renacido por “el alcance épico y la intimidad de unos personajes que respiran en tu cara”.
También sangran y mueren en una obra criticada por su violencia, que incluso podría costarle el Oscar a la mejor película. “Se me da bien protagonizar filmes cargados de violencia”, recuerda aludiendo a su trabajo con Scorsese. “Pero El renacido es la perfecta fusión de violencia y belleza que nos ofrece la naturaleza”. Y brutal fue el propio rodaje, que durante más de seis meses tuvo al equipo en las peores condiciones meteorológicas en las montañas del norte de Canadá y en las tierras del fin del mundo, en Ushuaia (Argentina). A 27 grados bajo cero, DiCaprio recuerda que sus manos estaban siempre al borde de la hipotermia, solo resucitadas por “el pulpo”, una máquina con ocho tentáculos unidos a un secador gigante donde se calentaban.
El actor es más reservado a la hora de revelar cómo está rodado el ataque del oso, parte de la mística de hacer cine, y prefiere hablar de otros rituales de su director, como la bendición espiritual con la que empezaba cada día el rodaje o su atención al detalle. “Para mí, en el cine el director es el rey y El renacido es la vuelta a los setenta”. También es una vuelta al DiCaprio más puro, al adolescente que aprendió a amar el cine viendo películas. El renacido ha sido el mayor riesgo de su carrera, solo comparable con ese que tomó con 17 años, cuando hizo ¿A quién ama Gilbert Grape? “Me ofrecieron mucho dinero por otra película pero preferí esperar. Me siento muy orgulloso de aquella decisión”.
Fuente: El País