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De polo a polo y de frío a frío

Publicado por
José Cárdenas
Colaboración de Francisco Fonseca
Se dice que hay un solo paso entre el misterio y la sabiduría, y dentro de este reino de la incertidumbre todavía subsiste la pregunta: ¿por qué nos quejamos tanto del duro frío invernal? Vemos, por ejemplo a los comentaristas de noticias, poner demasiado énfasis en las consecuencias nocivas para la salud que ocasiona el viento cortante y la temperatura –óigase bien– de un grado bajo cero.
Y esto sucede en gran parte del territorio nacional. No obstante tenemos extensas zonas del país que pasan varios meses debajo del grado cero de Celsius. Se nos recomienda por ello abrigarnos con guantes y bufandas y orejeras y gruesos suéteres. ¿Qué pasa verdaderamente con el frío? ¿Será efecto apocalíptico del temido invernadero ambiental, o es que los glaciares han tomado la delantera por descuido y negligencia del género humano?
Los esquimales, por cierto, se han de estar muriendo pero de risa. Ellos – tanto en Canadá, Alaska, Groenlandia y Siberia – están acostumbrados a vivir en la infinita soledad y la hipnotizante blancura del mar congelado. Se dice que durante el mes de mayo, cuando impera una temperatura cordial de solo 35 grados centígrados bajo cero, los Inuies –esquimales canadienses- salen alegremente a fumar a la puerta de su casa disfrutando del sol y del buen tiempo.
Y pensar que no hay en todo el planeta un medio geográfico más duro que el que habitan los grupos humanos del casquete polar. Así lo hace constar la periodista Rosa Montero. En verdad, ellos han sobrevivido por siglos en un infierno gélido hiperbóreo, aguantando noches que duran meses, temperaturas imposibles y hambrunas atroces sin disponer de los recursos indispensables.
No olvidemos que el suelo que pisan está congelado a perpetuidad y, sin embargo, han sabido construir una sólida cultura, hablan la misma lengua y han desarrollado una tecnología capaz de superar sus carencias de todo tipo.
¿Quién dijo que los esquimales eran solamente “comedores de carne cruda”?… Sus objetos de arte que datan de dos mil años muestran una refinada manera de expresar la armonía estética que une todas las cosas que consideran parte sustancial de su estilo de vida.
Siempre recuerdo a León Felipe, el poeta mayor, hablando del frío:
“Hace mucho frío aquí en la tierra. Estaba durmiendo bajo un puente. Es invierno. Un invierno muy duro…
Entonces fue cuando me dije:
¿Porqué no te vas al cielo, a hablar con tus amigos los ángeles?
Y me metí por la gatera que conocéis de la puerta trasera del cielo.
Vino un ángel a ayudarme a entrar… ¡Y entré! (claro que de mosca como siempre)
Y me dijo el ángel cariñoso:
-Pero León Felipe, ¿cómo te atreves con esta noche?
-Vine a confortarme. Ahí abajo hace mucho frío.
-Pero aquí no tenemos estufa y el sol no sale hasta mañana. Nosotros somos invulnerables al frío y al calor… Pero tú… ¡Y con esos harapos! No sé cómo puedes tocar el violín.
-Pues mira, ahora lo toco mejor que nunca. Me voy a morir dentro de unos días… y un poeta moribundo es cuando toca mejor el violín. Me voy a morir y tengo mucha prisa. Tengo mucha prisa y quiero tocar algo nuevo antes de marcharme definitivamente de la tierra.
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José Cárdenas

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