Colaboración de Carlos Urdiales
Hoy se materializa un paso más en el camino hacia la Ciudad de México, hoy, los 28 notables nombrados por el Jefe de Gobierno, encabezados por Porfirio Muñoz Ledo y Manuel Granados, junto con el grupo de asesores externos liderados por el ex rector Juan Ramón de la Fuente, dan la patada de arranque a los trabajos para redactar una primera propuesta que deberá estar lista a más tardar en septiembre.
Luego, la próxima Asamblea Constituyente, integrada con 60 diputados electos el 5 de junio, y 40 designados, escribirá la Carta Magna que será promulgada el próximo 5 de febrero, mismo día del Centenario de la Constitución de 1917. Tiempos que cuadran, formas que aún se discuten.
El Pacto por México fue el mecanismo de concertación política, al inicio de este sexenio, que hizo posibles reformas estructurales que durante años se atoraron entre elecciones y alternancias. Aquel arreglo político en marcha desde el día uno de la administración del Presidente Peña Nieto, contempló un sinfín de acuerdos cruzados, unas por otras, no hubo ganadores o perdedores absolutos, de ahí su trascendencia y factibilidad.
Para hacer posible que la capital se encamine a su Constitución, se pactaron las formas y los detalles. Cuarenta asambleístas designados sin guardar proporción con las preferencias electorales es producto de acordar lo posible. Sesenta más por elección directa con candados que privilegian a los partidos por sobre los independientes, igual, es producto de pactar aquello sin lo cual, el Distrito Federal continuaría siendo realidad presente y futura, sin importar cuanto discurso, derecho y ganas pugnaran por su transformación.
Así, hoy los mecanismos son los que son y gracias a esos arreglos se dio la reforma. La Constitución que hoy comienza a perfilarse, a dividirse en mesas y equipos de trabajo debe partir de premisas jurídicas y técnicas lo más neutrales posibles, toda Ley que parte de premisas ideológicas está condenada a la inestabilidad, a la modificación de circunstancia y momento político.
El equipo que prepara la premisa constitucional debe tutelar ese principio de neutralidad no política, sino ideológica, partidista.
Por eso al hablar sobre los tópicos rectores, relación entre poderes locales y federales, coordinación fiscal, participación ciudadana, organización político-administrativa en las nuevas demarcaciones territoriales, representaciones en cabildos, seguridad, derechos sociales, desarrollo metropolitano y relación con municipios conurbados, corrupción y control administrativo entre otros, debe prevalecer el raciocinio técnico, definir los “cómo” y no solo los “qué” será la diferencia entre lo ideal y lo real.
Constituciones longevas como la francesa, la estadounidense u otras más recientes como la española, han sido producto de pocas plumas, no de 100 ni de 28 más asesores, lo colectivo no es sinónimo de consistencia y rigor. Con menos de diez bien podría hacerse una Carta Magna de diez. Más razón que pasión.