La Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) designó como propiedad nacional más de 300 mil hectáreas de la Reserva de la Biosfera de Calakmul —en Campeche—, las cuales eran amenazadas por traficantes de tierra de la región, algunos de ellos ligados a la política.
Con este rescate se les destinó para uso exclusivo de conservación, sin la posibilidad legal de ser utilizadas para proyectos comerciales, habitacionales, hoteleros ni turísticos.
Con esta modificación al Programa de Manejo suman ya 480 mil las hectáreas clasificadas como propiedad de la nación. Se trata del 66 por ciento de la Reserva de la Biosfera, la cual alcanza una totalidad de 723 mil hectáreas.
La nueva zonificación —protegida a nivel federal— abarca las 330 mil hectáreas que en agosto de 2014 fueron certificadas por la UNESCO como Patrimonio Mundial Mixto, por su valor cultural y natural, el primer bien mexicano inscrito en esta lista tras un proceso de acreditación de más de tres años.
La noticia significa un respiro para la flora y fauna del lugar: alrededor de mil jaguares habitantes en la zona y una gama diversa de especies: 2 mil de plantas, 175 de orquídeas, 200 de mariposas y 75 de anfibios, entre otras.
“La adjudicación de estas 300 mil hectáreas nos da más certeza jurídica y se anula el riesgo de que puedan ser acaparadas por especuladores”, dijo en entrevista con este diario José Zúñiga Morales, director de la Reserva.
—¿Cuál era el peligro? —se le pregunta.
—Que ya se estaba generando un modelo de invasión o posesión, un proceso perverso en torno a Calakmul que se evita desde el momento en que Sedatu entrega estas tierras a la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas con el único destino de Conservación.
Fue la propia Conanp la que pagó brigadas para que Sedatu midiera el terreno, hiciera nuevos planos y consumara el rescate.
En junio de 2002, tres mil hectáreas de Calakmul habían sido inscritas ya como patrimonio cultural de la humanidad. Sin embargo, a principios de 2011 especialistas de la Conanp y del INAH se abocaron a documentar que al menos 330 mil hectáreas de la Reserva —casi la mitad— contaban también con una fascinación natural, indispensable para demostrar un valor universal excepcional de la zona y conseguir la etiqueta de patrimonio mixto. La idea era que se reconociese no sólo al principal sitio arqueológico, sino a otros 37 vestigios en los alrededores, y que además se aquilataran los valores de adaptación y evolución de la biodiversidad (flora y fauna del lugar) a través del tiempo. En poco más de tres años se lograron justificar seis de los 10 criterios establecidos por la UNESCO para la declaratoria.
Fuente: Crónica