Es la expresión de Carmen Báez, una burócrata municipal vive en la Bolevard Jiquilpan, en Los Mochis, Sinaloa, a una calle de donde el pasado lunes el líder del Cártel de Sinaloa fue ubicado por personal de élite de la Infantería de Marina, como parte del operativo Cisne Negro.
La mujer de 42 años dice tener pesar por la reaprehensión del Chapo, pues advierte que es una persona que pese a su actividad ilícita ayuda a la gente no sólo de su pueblo, La Tuna, municipio de Badiraguato, sino de todo Sinaloa.
Aseguró que la madrugada del pasado viernes la comunidad fue despertada por las ráfagas del tiroteo entre personal de la Marina y los elementos de seguridad del capo, cinco de los cuales murieron y seis más fueron detenidos y consignados ante un Juez.
“Lo viví al 100, sin saber que era él, si hubiéramos sabido que era El Chapo otro gallo le hubiera cantado al pobre, porque la gente le hubiera ayudado. Lo estimamos como ser humano, como persona”, insistió.
La mujer dijo que aunque el Chapo sea detenido no se detendrá el flujo de droga de México a Estados Unidos, ni se pararán las disputas por el control de las plazas de Sinaloa y todo México. “Él ha estado encerrado y de todos modos aquí seguían vendiendo droga, no porque él este encerrado se va a acabar la delincuencia”, aseguró la mujer.
-¿Qué le parece de que quería hacer su película?, se le preguntó.
“Muy bien, la hubiéramos ido a ver en primera fila, hubiera llenado más que las americanas”, dijo.
El mismo sentir tiene Héctor Terrazas, de 72 años, que vive a unas casas de donde se escondía Guzmán Loera.
-¿Sabía que aquí vivía el Chapo?
-No, esa casa siempre ha estado sola, no se veía movimiento de fiestas o nada de escandalo.
-¿Usted conoce al Chapo?
-Sólo en fotografía
-¿Y qué opina de él?
-Él ayudaba gente y mucha gente lo quiere porque los ayudó, incluso hoy iba a realizarse una manifestación aquí en Mochis para apoyarlo, pero al final nada.
Entre la juventud también se percibe la admiración por el capo. Ayer, estudiantes de secundaria se apresuraron para ir al último refugio del Chapo, a observar el vaivén de periodistas. Sin recato, los jóvenes sostienen: “si lo hubiera visto corro a abrazarlo”, dice un adolescente.
Sus compañeros los secundan con el grito de ¡Viva El Chapo!
Pero Brian Gastelum, de 25 años y propietario de un consultorio dental ubicado frente a la última guarida del Chapo, reprobó esa actitud. “Está muy mal, están muy chicos para estar pensando en ese tipo de cosas”, dice y recuerda que la casa estuvo abandonada hasta hace unas semanas.
“Pero no me llamó la atención. Lo que si se me hizo extraño fue que desde una semana antes del operativo una camioneta de la Marina se paraba aquí en la esquina se estaba un rato y se iba y regresaba, nunca pensé que fuera por el Chapo”, explica.
Fuente: El Financiero