En el marco de su cumpleaños número 90 y del homenaje que se le rendirá en el Centro Cultural Universitario en el mes de febrero, la publicación corregida incluirá una reproducción del mapa que fue hallado hace más de cien años en la Universidad de Uppsala, Suecia –y que aún se encuentra en ese país–, además de un disco con la cartografía en formato digital.
La importancia de este mapa, explica Gerardo Hernández Medina, miembro del Seminario de Cultura Náhuatl, es que contiene 200 signos pintados que fueron descritos como glifos toponímicos por Miguel León-Portilla y Carmen Aguilera, los cuales se pueden apreciar en la primera edición del libro Mapa de México-Tenochtitlan y sus contornos hacia 1550, publicado en 1986 por la editorial Celanese Mexicana.
“Estas señales toponímicas refieren la importancia del nombre de un lugar y también funcionan como descriptores de los asentamientos y las características geográficas”, añade el especialista que se encarga de la reconstrucción de dichos dibujos y quien pone como ejemplo el glifo de Iztapalapa, que a simple vista en el mapa parece una laja pero que en realidad es una losa rodeada de agua.
“Si amplías la imagen del mapa, los glifos se distorsionan, entonces realicé una reconstrucción a mano de los topónimos tal y como aparecen. En la anterior edición eran cerca de 200, ahora sólo incluiremos aproximadamente 150 porque quitamos varios que no tenían una buena referencia, es decir, que no era clara la forma en que se les llamaba, por ejemplo, se les llamaba flor o bolita. Por eso dejamos aquellos de los que tenemos la certeza que tienen un lugar ubicado y un nombre”, precisa.
El también biólogo por la Facultad de Ciencias de la UNAM asevera que la primera edición del libro se encuentra en pocas bibliotecas, motivo por el que a León-Portilla le gustaría que esta nueva edición tuviera difusión por parte de los gobiernos para que la gente pueda acceder al documento histórico.
“Otro aspecto importante del mapa es que es el primero del México post Conquista, uno puede buscar en mil 600 y no hay cartografías, entonces éste tiene registros tempranos de la Nueva España, es decir, muestra cómo después de la llegada de los españoles se transformó la ciudad, por ejemplo, se observa que de Tenochtitlán ya no hay restos del sitio prehispánico, sí marcan la zona pero no aparecen los templos, sólo pintan algunas construcciones aledañas, prácticamente representan el sitio como lo conocemos actualmente”, explica.
Fuente: Crónica