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Nuestra historia de vida y muerte

Publicado por
José Cárdenas

Colaboración de Rodrigo Navarro 

 

 

 

 

Todos nosotros estamos moldeados por nuestra historia de vida: personal (que incluye nuestra biología), familiar, social, económica e histórica.

Cuando estudiaba en la UNAM toda mi carrera la enfoqué estudiando ecología de corales. Hacia el final descubrí la epistemología (cómo se genera y se valida el conocimiento) en este caso científico y posteriormente conocí el estudio de la conducta animal (etología).

Descubrí y me enamore de un personaje maravilloso, Konrand Lorenz. Este zoólogo austriaco (1903-1989) estudió medicina y zoología, se especializó en EU en la Universidad de Columbia. Funda en 1933 con Niko Tinbergen la etología y por ello los dos junto a Karl Von Frisch reciben el premio Nóbel en 1973. Fue director del Instituto Max Planck hasta su muerte.

Cerca de su casa en Viena existían lagos. Siempre tuvo interés por los gansos salvajes que pasaban por ahí. Durante la guerra mundial estuvo en Rusia y escribió en 1944 un libro sobre epistemología que leí y me impactó profundamente, mismo año en que se afilia al nazismo. Era austriaco. Sin embrago escribió mucho sobre los daños psicológicos que causaban los nazis y durante su estancia en Rusia se volvió marxista.

Había una foto en específico de él que me impacto poderosamente. Comenzaba mis pinninos en difusión de la ciencia en la UNAM y comprendí la importancia de las imágenes poderosas, estas que valen más que cien palabras. El Dr. Lorenz caminaba seguido de media docena de gansos salvajes que le pensaban su madre. Los había improntado.

La impronta descubierta fue por él. Al nacer los gansos lo primero que vieron fue a Lorenz y de ahí lo siguieron durante toda su vida como si fuera su madre. Existe otra fotografía en donde un ganso le mete granos en la oreja dándole de comer como lo haría con otra ave.

El naturalista inglés Sir Charles Darwin publicó su libro Sobre el Origen de las Especies por medio de la selección natural en 1859 donde decía que las especies animales y vegetales se originaron de ancestros comunes y evolucionaron hasta donde las ha llevado su biología al día de hoy. Representó este modelo por medio de un árbol filogenético a la manera de los árboles que utilizaba la nobleza inglesa para mostrar su linaje. Una cachetada con guante blanco. A tal grado que el obispo de Canterbury le dijo “El orgullo que muestra vuestra señoría al descender de los monos, ¿le viene de padre o de madre?

La etología estudia las bases genéticas del comportamiento animal. Ha encontrado que en los animales menos evolucionados (que no inferiores) lo innato tiene un peso más específico. Al contrario en los animales superiores (mamíferos y el hombre) es lo aprendido y lo innato subyace e incluso puede ser sublimado.

Estudiando y leyendo a Lorenz leí también a otro austriaco, Eibl Eibelsfeldt fundador de la etología humana. Eso me llevó a seguir con gran entusiasmo la discusión entre la disciplina de la etología social (animales sociales incluido el hombre) y las disciplinas sociales (sociología, antropología, filosofía y psicología) cuando apareció el libro de Eugene O. Wilson Sociobiología la nueva síntesis (1975).

“Esperaba que muchos especialistas en ciencias sociales convencidos de la necesidad de un fundamento biológico se sintieran tentados a coger mis reflexiones y ponerlas a prueba. Ha habido una resistencia muy fuerte. Subestimé la tradición de negar lo genético en los seres humanos y ponderar lo aprendido”, escribe Wilson años después.

La discusión en efecto se centró entre instinto (genético) y aprendizaje. Entre influencia medio ambiente natural y la influencia social, económica e histórica. “La sociobiología estudia todas las formas de conducta social. Es principalmente zoología el 90% está dedicado a los animales. Solamente el 10% al hombre. Sin embargo los periodistas le han dado tremenda atención a este último hecho. No hay nada inusual de extraer principios y métodos del análisis exhaustivo de los organismos inferiores y aplicarlos al estudio de los seres humanos”, remata Wilson.

En efecto así se ha construido la medicina. El avance de la ciencia ha sido por reducción. La química viene del reduccionismo de la física. De estas dos la bioquímica y por ende la biología. De ramas de la biología, celular y genética la evolución, esta se transformó en ecología. Reduccionismo puro.

Vino entonces una ardua discusión entre innato y aprendido, instinto contra aprendizaje. Los científicos dicen que en especies superiores el comportamiento surge del estímulo del medio ambiente. Es una consecuencia del accionar de las células nerviosas.

Todos los análisis evolucionistas del comportamiento indican que no necesitamos hacer una hipótesis de los estados de motivación interna de los individuos. No hay conocimiento, ni voluntad.

Por el contrario los especialistas en ciencias sociales dicen que históricamente existen prejuicios mecanicistas y materialistas en el estudio del comportamiento debido a la bioquímica y la anatomía. El juego de causas es complejo y convergen diversas líneas de estudio, es multidisciplinario.

La sociobiología pronto fue acusada de machista y racista. Darwin en su árbol filogenético ponía en primer lugar a las razas arias, después otros blancos, las asiáticas, los rojos (norteamericanos), los negros. Al final los indígenas americanos (llevó de regalo al caique de Tierra del Fuego al príncipe Alberto al volver de su viaje en el Beagle). Y más abajo las mujeres, a pesar que su reina era la reina Victoria.

La discusión sobre la sociobiología aumentó cuando Konrand Lorenz que había publicado su libro Sobre la Agresión el pretendido mal en 1968, publica una muy popular 28o edición en 1978. La agresión o sea el instinto que lleva al hombre y a otras especies animales como animal a combatir con otro de su misma especia es una conducta instintiva.

Lorenz ha resaltado la utilidad de la agresión para la vida intraespecífica de los animales, puesto que favorece el espaciamiento territorial y el establecimiento de relaciones de jerarquía que disminuyen la frecuencia y la virulencia (e incluso la mortandad) de los combates entre congéneres. Describe conductas como la postura de apaciguamiento.

Por más general que sea un rasgo de comportamiento entre las especies animales (incluida la humana), siempre se puede encontrar un grupo humano que constituya una excepción. Margaret Mead (antropóloga).

Y se armó Troya. En efecto, muchas personas utilizaron esta argumentación para justificar razonamientos agresivos en política, militares, sociales, económicos, culturales, religiosos, psicológicos, etc.

El filósofo madrileño Francisco Albertos se pregunta, en la historia del hombre ¿qué tiene más peso, lo biológico, lo sociológico, lo económico?

Nietzshe en su ensayo “Sobre Verdad y Mentira”, escribe que “el hombre se puede salvar de las amenazas de la naturaleza y de los demás hombres, solo con refugiarse dentro de un sistema de símbolos definidos y estables; sean estos palabras, reglas gramaticales o instituciones sociales”.

 

“La agresión maligna no es instintiva sino que se adquiere, se aprende. Las semillas de la violencia se siembran en los pri­meros años de la vida, se cultivan y desarrollan durante la in­fancia y comienzan a dar sus frutos malignos en la adolescen­cia. Los seres humanos hereda­mos rasgos genéticos que influyen en nuestro carácter. Pero nuestros complejos comportamientos, desde el sadismo al altruismo, son el producto de un largo proceso evolutivo con­dicionado por las fuerzas sociales y la cultura”. Ashley Montagu, La agresión humana, 1976.

Los antropólogos no dudan de que buena parte del comportamiento social humano tiene una “base” biológica, pero no están por eso dispuestos a admitir que esté determinado por ella. El cerebro humano no es como una “tabla rasa” pasivamente receptora del aprendizaje, se subraya en cambio la excepcionalidad del cerebro humano que en lugar de estar confinado a producir un comportamiento biológicamente predeterminado, da lugar a un comportamiento voluntario.

“Nuestros complejos comportamientos, desde el sadismo al altruismo, son el producto de un largo proceso evolutivo condicionado por las fuerzas sociales y la cultura. La violencia constituye una de las tres fuentes principales del poder humano; las otras dos son el conocimiento y el dinero”. Ashley Montagu.

La agresión, cuyos efectos suelen equipararse a los del instinto de muerte, en oposición a la teoría de Freud, es un instinto como cualquier otro y, en condiciones naturales igualmente apto para la conservación de la vida y la especie. Escribe Konrand Lorenz en Sobre la agresión el pretendido mal.

El neoliberalismo se considera a sí mismo portador exclusivo del bien común, lo cual permite a priori descalificar al disentimiento como ilegítimo. Hay un estado de estancamiento debido a la ruptura del consenso social y el drenaje de las bases de legitimidad política del sistema. (Luis Paulino Vargas 1999, Autodestrucción del neoliberalismo). Aquí podríamos incluir otra vertiente apara nuestra discusión.

Mañana por quinto año consecutivo iniciaré el curso de periodismo de mi hermano mayor, a quién le debo mi gusto por el periodismo, el catedrático Raúl Navarro. Vamos a discutir si este asunto de atentar contra nuestra propia sobrevivencia destruyendo la naturaleza. Es una especie de pulsión de muerte.

Un ejemplo es este terrible ecocidio cometido en las manglares de Tajamar en Cancún apoyados por la fuerza pública en aras de un desarrollo económico, tienen los permisos de SEMARNAT, -habría que revisar la actuación de la delegación estatal- sin contar con el consenso social e incluso usando la fuerza pública contra unos niños y sus padres que promovieron un amparo contra el desmonte y el juez se los concedió con una fianza de 21 millones de pesos (sic).

Freud hablaba de una tendencia hacia la estabilidad, equilibrio  entre Eros (placer) y Tanatos (displacer), pulsión de vida contra pulsión de muerte. A veces el estímulo de placer (la lívido) conquista un lugar frente al displacer y expresa una tendencia hacia la pulsión de muerte, Sigmund Freud, El problema económico del masoquismo (1924).

Lo que es increíble es que a pesar de que conocemos los estragos que estamos haciendo contra nuestra propia especie al consumir en exceso los recursos naturales que nos sustentan no hagamos nada en la práctica para modificar estas conductas. Salvo su mejor opinión querido lector.

 

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José Cárdenas