No le saldó la final frente al de Manacor con un categórico 6-1 y 6-2, en una hora y 13 minutos. El de Belgrado dio otro golpe sobre la mesa para reafirmar que hoy día sigue rompiendo la cinta de la meta él… y después, lejos, a varios cuerpos de distancia, va cruzando la línea el resto, con la cabeza gacha y una mueca de resignación.
Con Djokovic, salvo rarísima excepción, la cosa funciona más o menos así: él sale a la pista despacito, parsimonioso, como quien va a comprar el pan y el periódico, y el de enfrente, cuando aún está flexionando las rodillas para ejecutar el resto, se encuentra de golpe y porrazo suspendido en el aire y zarandeado, maltratado por el tornado serbio. Algo parecido le ocurrió esta vez a Nadal, que en un tris ya iba 3-0 abajo y después, en la hora escasa que se prolongó el encuentro con el dictador del circuito, remó y remó en balde, consciente de que hiciera lo que hiciera no iba a poder alterar el desenlace de la tarde.
Djokovic, 28 años, gobierna con puño de hierro. Elevó el 60º título de su carrera y con este último triunfo desniveló la balanza con Nadal a su favor; ahora, Nole domina los cruces con el de Manacor por 24-23, cuando un año atrás iba claramente a remolque (19-23). Quienes se cuestionaban al cierre de 2015 si el número uno conservaría el mismo hambre del año pasado, obtuvieron este sábado la respuesta. Sí, Nadal está mejor, mucho mejor que hace unos meses; el balear ha remozado su juego y se acerca poco a poco hacia las posiciones de privilegio, a la zona de confort de Roger Federer o Andy Murray. Sin embargo, entre todos ellos y Djokovic hay un trecho enorme.
En Doha, el serbio no solo demostró que sigue por los mismos lares, sino que proyectó otro mensaje intimidatorio, la sensación de que si el ejercicio pasado era fuerte, fortísimo, apunta ahora a dar un nuevo tirón, a ser mejor. Contra Nadal, los números hablan por sí solos. Nole estuvo sobresaliente en todas las facetas del juego: servicio (79% de puntos ganados con primeros y 73% con segundos, por un 48% y 44% del español), pegada (30 ganadores frente a nueve), ataque y defensa. Ofreció un recital técnico con la derecha y el revés y tan solo concedió una opción de rotura a Nadal, en el juego de inicio.
Liquidó el primer parcial en 31 minutos y en el segundo quebró el saque de Nadal a la primera. Luego, otra vez, para 4-1. ¡Zas! El español se autogolpeó en la frente tras fallar una bola sencilla, con el orgullo herido. Desde el otro lado, el grito rabioso y hambriento de Djokovic, al que ya no solo le vale con ganar: si puede hacer sangre, la hace. Desde la grada, el técnico del Bayern, Pep Guardiola, y algunos pupilos suyos como Robert Lewandowski, Mario Götze o Frank Ribéry daban buena cuenta de cómo se las gasta el de Belgrado. Un campeón voraz que no tiene ninguna intención de aflojar el ritmo, sino todo lo contrario. Nadie da con el antídoto. Triunfo a triunfo, Nole llama a las puertas de la historia.
Fuente: El País