El maestro permaneció en silencio desde hace años, y por ello deja que sean otros los que expliquen cómo se hizo su nuevo disco (espontáneamente) y qué esperar de él (muchísimo).
Para su nuevo trabajo, cuya portada preside una gran estrella negra, el artista británico vuelve a estar acompañado de su productor de años, Tony Visconti, y cuenta por primera vez con Donny McCaslin como director musical. Ambos hablan maravillas sobre el nuevo trabajo del genio del pop, que presenta su álbum número 25 desde 1967.
Visconti dio a «Rolling Stone» la cita clave: «El objetivo fue eludir de todas las maneras al rock and roll». Por su parte, McCaslin contó a la revista «Uncut» que no necesitaron más de tres tomas para grabar cada canción y que Bowie fue «muy amable y generoso».
No hay que contar con información de «insider» para darse cuenta de que uno de los artistas más destacados del siglo XX alcanzó una nueva cima creativa con este trabajo. La música habla por sí sola.
Aquellos que temían que Bowie hubiera entrado ya en su retiro tras el lanzamiento de su disco de regreso The Next Day en 2013, un sólido trabajo de 14 canciones, con menos prentensiones y cierta mirada hacia el pasado, se sorprenderán gratamente con los exaltados solos de saxofón de McCaslin, las improvisaciones de la banda, la notoria ausencia de guitarras en beneficio de la percusión, los experimentos electrónicos, y el sorprendente alejamiento de Bowie del clásico formato de canción basado en el verso-estribillo.
La misión de evitar el rock se cumplió con creces.
Definitivamente Bowie, el gran transgresor que cumplirá el día del lanzamiento de Blackstar 69 años, descubrió a su edad avanzada el jazz moderno. Y es probable que también haya descubierto una vanguardia sonora desconocida para él: su radical cambio en el sonido bebe desde Radiohead a Massive Attack, del dub y el hiphop, así como de los veteranos King Crimson y hasta de Scott Walker, compañero de generación de Bowie.
Blackstar se conforma de únicamente siete canciones de larga duración que suman en total unos 40 minutos de música, muy lejos ya de hits como Space Oddity, Life on Mars, Heroes o Let’s Dance.
En su lugar, Bowie da rienda suelta a su tropel de excepcionales músicos de jazz reclutados en el club neoyorquino 55 Bar y obliga a su voz perceptiblemente envejecida a brindar nuevamente una gran presentación.
Con Blackstar, la idea no era tanto hacer un disco de jazz como «grabar un álbum de David Bowie con músicos de jazz que no tocaran necesariamente jazz», explicó recientemente a la radio pública estadounidense NPR Tony Visconti, el productor de Bowie de siempre.
«Hubo en su grupo un jazzman importante durante una o dos décadas, Mike Garson, un pianista de jazz muy talentoso. Por tanto siempre hubo una pizca de jazz en algunas de sus producciones anteriores. Y David conoce muy bien los acordes de jazz», subrayó.
«Partió de una o dos canciones para llegar a varios temas y luego a un proyecto de álbum completo», dijo por su parte el saxofonista estadounidense Donny McCaslin, cuyo instrumento está omnipresente en este disco en el que participan también el batería de jazz Mark Guiliana y el músico y productor James Murphy (ex LCD Soundsystem). A finales de 2014, los temas Sue (Or In A Season Of Crime) y «Tis A Pity She Was A Whore anunciaron este giro hacia el jazz.
Fuente: La Jornada