Atrás se quedó el triunfo y la fama de chico rebelde que forjó Rourke en la década de los ochenta. Tras divorciarse de Debra Feuer en 1989, el actor comenzó a cambiar el rumbo de su vida y abandonó los sets de películas por los rings. El nominado a un Oscar por El Luchador se convirtió en boxeador profesional y las huellas de las peleas comenzaron a notarse en su rostro. En estos combates sufrió dos fracturas nasales y una de pómulo, lo que le llevó a pasar por el quirófano. La nariz se la operó cinco veces incluso en una de las intervenciones, se le extrajo cartílago de una oreja para reconstruirle la nariz. Ese fue el comienzo de su obsesión con las cirugías estéticas que incluye lifting facial, operación de los párpados y también injerto de pelo. Ahora a sus 63 años, poco queda de ese chico que cautivó a miles de mujeres por todo el mundo, después de tantas intervenciones su rostro es casi inexpresivo, y su look desaliñado con mechas en una melena un tanto grasienta son el resultado de su obsesión, que llevó a Kim Basinger a describirlo como «un cenicero humano».
Y aunque Basinger ha tenido un envejecimiento atípico, pues a sus 61 años mantiene un aspecto juvenil, la actriz también ha caído en las redes del bótox y la cirugía estética. A pesar de que su hija Ireland Baldwin asegurara hace dos años en Twitter que ella es “la mujer de belleza natural más guapa que ha habido y habrá”, la artista sí que se ha sometido a intervenciones quirúrgicas. No se puede negar que los genes le han ayudado a mantenerse y que la intérprete de L.A. Confidential es poseedora de una sensacional estructura ósea. Pero parece que desde que cumplió 60 años el bisturí le ha atraído aún más. En las últimas imágenes de la actriz se le ve un rostro visiblemente operado. Las cejas más arriba y casi inmóviles, los pómulos más delineados y la piel como de cera dejan claro que la actriz ha recurrido en más de alguna ocasión a la ayuda del bótox y algún arreglillo más.
Fuente: El País