Invertir en arte como valor refugio y como símbolo de estatus social sigue dando aires a una burbuja que parece no tener límite de récords y que desbocó un año más las exclusivas subastas en Londres, París y Nueva York. Esto se debe al interés de la familia real de Catar, jeques árabes, oligarcas rusos, millonarios chinos y magnates de diversas nacionalidades en invertir en arte animó este mercado un año más.
La palma hasta la fecha en una venta privada, fuera del circuito de subastas, la tiene Nafea faaa Ipoipo (¿Cuándo te casarás?, 1892), de la etapa tahitiana de Paul Gauguin, un óleo sobre lienzo vendido en febrero pasado por supuestamente 300 millones de dólares. El vendedor rehusó confirmar la cifra, pero si concedió que «los precios se han vuelto locos» y recordó que su abuelo compró esa obra por 18 mil francos suizos en 1917.
Lo que es evidente es que el negocio del arte es ajeno a la crisis, y la prueba es que la lista de las diez obras más caras de la historia —al margen de la citada en venta privada— la componen piezas subastadas a partir de 2004, dos de ellas este mismo año, que son las que ocupan la primera y segunda plaza del ranking.
El récord en subasta, por ahora, lo tiene el lienzo Las mujeres de Argel (Versión ‘O’) (1955), de Pablo Picasso, adquirido en mayo de 2015 en Nueva York por 179.36 millones de dólares. Esta obra desbancó a Tres estudios de Lucian Freud, de Francis Bacon, tríptico que en 2013 se subastó por 142.4 millones de dólares, y que por ahora ocupa el tercer puesto.
En la segunda plaza se sitúa el óleo Desnudo acostado, de Amedeo Modigliani, vendido a principios de noviembre de este año por 170.4 millones de dólares en Nueva York al empresario chino Liu Yiqian.
El cuarto puesto lo tiene la escultura El hombre que señala (1947), de Alberto Giacometti, vendida por 141.28 millones de dólares en Nueva York el mismo día que Las mujeres de Argel, en una subasta considerada histórica. La escultura fue adquirida por el magnate estadunidense Steven Cohen, según The New York Post.
Ese día, Giacometti se superaba a sí mismo en el récord en escultura al situar El hombre que señala por delante de El hombre que camina I, que se vendió en 2010 por 104.3 millones de dólares.
No menos estratosféricas son las cifras que circulan en las ventas privadas, donde se negoció el Nafea faaa Ipoipo, de Gauguin, que al parecer fue a manos de la familia real de Catar. Un destino similar fue el que siguió la segunda obra de arte más cara de la historia en venta privada: Los jugadores de cartas (1893), de Paul Cézanne, por la que el gobierno catarí desembolsó 250 millones de dólares hace tres años.
Pero fue en este 2015 cuando se han comprado en venta privada las obras que ocupan ahora el tercer y cuarto puesto en este circuito: la obra del expresionista abstracto estadunidense Mark Rothko, No. 6 (Violeta, Verde y Rojo) (1951), comprada por el multimillonario ruso Dmitry Rybolovlev por 186 millones de dólares en agosto pasado, y la obra de Rembrandt Retratos de Maerten Soolmans y Oopjen Coppit (1634), que vendió Éric de Rothschild por 180 millones de dólares al Museo de Louvre de París y al Rijksmuseum de Ámsterdam, que la van a compartir.
Esta efervescencia del mercado del arte redunda en las ferias que compiten por notoriedad, galeristas y coleccionistas.
Las ferias de arte contemporáneo proliferan por todo el mundo, pero las más internacionales son Art Basel (Suiza), que también ha abierto filial en Hong Kong y Miami; TEFAL (Maastricht, Holanda), Art Cologne (Alemania), Frieze Art Fair de Londres, The Armony Show de Nueva York, FIAC de París, Arte Fiera Art First de Bolonia (Italia) y ARCO de Madrid.
Fuente: Milenio