“Fue impactante”, dice Chris Wilcox, científico investigador de la Organización de Investigación Científica e Industrial de la Mancomunidad de Australia y principal autor del estudio. “En esencia, la cifra de especies e individuos de cada especie en los que encontramos plásticos, ha aumentado con mucha rapidez; en un par de puntos porcentuales cada año”.
Desde hace décadas, los científicos han seguido el rastro de la ingestión de plástico en las poblaciones de aves marinas. En 1960, menos de 5 por ciento de los animales tenía el material en sus estómagos, pero para 1980, la cifra escaló a 80 por ciento.
Sin embargo, en opinión de Wilcox, el hallazgo más perturbador es la relación entre el incremento en la fabricación de plásticos y la creciente tasa de saturación del material en las aves.
“La producción de plásticos se duplica cada 11 años”, informa Wilcox. “Así que, en los próximos 11 años, fabricaremos tanto plástico como el que hemos producido desde que se inventó el material. Y la ingestión de las aves marinas es proporcional a ese incremento”.
Wilcox y su equipo revisaron investigaciones que datan de 1962 para realizar su informe, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences. Luego, combinaron esa información con mapas que mostraban el territorio de 186 especies de aves marinas y la distribución global de los desechos marinos, y construyeron un modelo que predice cuáles especies consumen más plástico.
Wilcox informa que las poblaciones de aves con mayor contenido de plástico se encuentran en el sur de Australia, Sudáfrica y Sudamérica, cuyos litorales están muy cerca de colecciones de desechos marinos poco concentradas en los océanos Pacífico sur, Atlántico sur e Índico.
“El mayor riesgo está en el límite del giro oceánico y en el límite de distribución de las aves marinas”, afirma Wilcox.
Las aves de mayor tamaño, como el albatros, ingieren grandes cantidades de plástico; mas eso no significa que las aves grandes consuman, proporcionalmente, más material. Wilcox señala que el mérgulo lorito –ave pequeña, que se zambulle y vive en el Pacífico Norte, cerca de Alaska- tiene la mayor predisposición a consumir plástico.
Los albatros tienden a comer plástico porque pescan rozando con sus picos la superficie del agua e inadvertidamente, ingieren trozos de plástico.
Los estómagos de petreles y pardelas –que habitan islas costeras y buscan alimento en amplias áreas de mar abierto- también contienen grandes cantidades de plástico.
El plástico encontrado en las aves incluye bolsas, tapas de botellas, fibras sintéticas de ropa y fragmentos diminutos como granos de arroz que se han desprendido por acción del sol y las olas.
No se han medido, plenamente, los problemas de salud aviaria ocasionados por el plástico, pero los datos observacionales recogidos son bastante inquietantes, asegura Wilcox.
Los trozos de plástico con bordes afilados matan a las aves al perforar sus órganos internos. Y algunas ingieren tanto plástico que no queda suficiente espacio para el alimento y eso repercute en su peso, poniendo en peligro su salud. La científica Denise Hardesty examinó un ave que había consumido 200 pedazos de plástico.
“Si introduces más plástico en el estómago, a la larga habrá problemas”, dice Wilcox. “Y la tendencia apunta a que la situación seguirá agravándose”.
Un estudio reciente reveló que las poblaciones de aves marinas habían disminuido 67 por ciento entre 1950 y 2010.
“En esencia, las aves marinas se están extinguiendo”, augura Wilcox. “Tal vez no ocurra mañana, pero están decayendo drásticamente. Y el plástico es una de las amenazas que enfrentan”.
Fuente: National Geographic