Colaboración de Guillermina Gómora Ordóñez
En el México moderno de las viejas formas, atestiguamos un día sí y el otro también el fracaso institucional en sus diferentes escenarios. No hay rincón u organización que se salve.
Los usos y costumbres se imponen, lo mismo para renovar las dirigencias de los partidos políticos, grupos empresariales, sindicatos, etcétera, donde un padrino o recomendación siempre ayudan; ni que decir para realizar un trámite donde un conocido, una mordida, mochada o una sor juana agilizan el papeleo y acortan el tiempo de espera.
Muestra palpable y fehaciente de lo antes dicho es el relevo en la dirigencia del Partido de la Revolución Democrática (PRD) La simulación de la elección, confirmó la unción del ex priista y ex panista Agustín Basave, como nuevo líder de la izquierda mexicana. Un acto más de incongruencia de las tribus que controlan el instituto fundado en 1989 por otro ex priista, Cuauhtémoc Cárdenas.
Buscan en un externo la solución a su cadena de fracasos que los llevó a la tercera posición en las preferencias electorales y la solución mágica para detener el avance de su ex caudillo, Andrés Manuel López Obrador, dueño de Morena, que dicho sea de paso, asumirá el liderazgo (oficial) del partido a finales de noviembre sólo porque las bases se lo piden. ¡Ajá!
El hombre partido (AMLO) tiene bien trazado su plan, rumbo al 2016 y al 2018. No quiere problemas con el Instituto Nacional Electoral, por su sobreexposición en medios y se ungirá como presidente nacional de Morena para realizar campaña con sus candidatos a gobernador y puestos de representación popular sin temor a ser sancionado por sus dichos políticos o el uso de los recursos públicos provenientes de nuestros impuestos.
Pero regresemos al PRD, donde el culebrón de la unción aún no termina, pues falta por integrarse el equipo de Agustín Basave y Beatriz Mójica. Si el académico piensa que su análisis de escritorio sobre la cuarta democracia podrá aterrizarlo en la franquicia de Los Chuchos, está equivocado.
Aquí la política es de cuates y de cuotas, como lo advirtió Luis Miguel Barbosa, coordinador de la bancada perredista en el Senado: “La razón por la cual ayer no se designó, el sábado, a los demás integrantes del Comité Nacional fue el deseo de las corrientes de sostener su número de integrantes del Comité, de no renunciar algunos, y por tanto de preservar el cuotaje entre los integrantes de la Dirección Nacional”.
Es decir, más de lo mismo. Canibalismo puro a partir de la estructura clientelar de las diferentes corrientes que conforman a la izquierda, ¡Al diablo la renovación! Basave sólo estará por un periodo de dos años al frente del PRD y su reinado estará sujeto a lo que determine Beatriz Mójica, secretaria general del partido, representante de Los Chuchos y la responsable del uso y destino de los dineros.
Pesos y centavos que desde su fundación han tenido un manejo poco claro en el PRD y en sus bancadas en las Cámaras; en 2013 la deuda del partido superaba los 200 millones de pesos y los pasivos con varias instituciones crediticias rebasaban los 150 millones de pesos. Sus ex dirigentes se han despachado con la cuchara grande.
Práctica que no es privativa de este organismo, pues hay historias peores en sindicatos y otros organismos que nos tienen muy mal rankeados en las mediciones internacionales como lo dio a conocer el Instituto Mexicano de la Competitividad (Imco), al revelar que en el rubro de Estado de Derecho nuestro país ocupa el número 40 entre los 43 países que fueron medidos en el Índice de Competitividad Internacional 2015.
Un lastre para el desarrollo y consecuencia de los retrocesos en el combate a la delincuencia, inseguridad y corrupción, este último, por cierto, explicó María Amparo Casar, titular de Anticorrupción del Imco, hace que se pierdan hasta 480 mil empleos.
La investigadora del CIDE, destacó que la corrupción frena el desarrollo económico y es más perjudicial para los pequeños y medianos empresarios e incluso, “es de tal magnitud el impacto que pone en riesgo su supervivencia… Además, el problema le pega más a los pequeñas y medianas empresas, ya que no cuentan con recursos para mediadores o gestores que les ayuden a resolver problemas como sobornos o extorsión”, dijo.
El Imco estima que la corrupción cuesta hasta un 5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), aproximadamente alrededor de 890 mil millones de pesos, y reduce hasta en un 5 por ciento la inversión.
Sin duda, un grave problema que debe revisarse a profundidad. Considerar como el presidente Enrique Peña Nieto que “el combate a la corrupción es un asunto de orden cultural”, no lo erradicará, es necesario fortalecer las instituciones y establecer políticas y normas que inhiban eventuales prácticas de cohecho a la par que avanzamos en la formación de una nueva cultura ética entre la sociedad mexicana.
@guillegomora