El pontífice pronunció estas palabras en la sede de la ONU en Nairobi, durante el que probablemente sea el discurso principal de su viaje a África, que hoy le brindó un respaldo masivo con decenas de miles de personas que asistieron a su misa bajo una fuerte lluvia.
El mundo, según dijo, necesita un «cambio de rumbo» que le aleje de la cultura de la «degradación» en la que se encuentra sumido y detenga sus consecuencias más extremas: las nuevas formas de esclavitud, el tráfico de personas y órganos, el trabajo forzado y la esclavitud.
«No podemos permanecer indiferentes, no tenemos derecho», subrayó el pontífice, quien recordó que son muchos los rostros y las historias que han sido sepultados por «los ídolos de las ganancias y el consumo», muchos los sueños «que naufragan en nuestro presente».
El cambio no es utópico, es una «perspectiva realista» basada en situar «a la persona y a su dignidad como punto de partida», pero que será imposible de llevar a cabo sin un compromiso por la educación.
«Nada será posible» si las iniciativas políticas no van acompañadas de procesos educativos que promuevan el cuidado mutuo y el respeto por el medio ambiente, advirtió ante un auditorio de Naciones Unidas que le recibió y le despidió con gritos de euforia y un millar de teléfonos móviles en alto, como a una estrella de rock.
Un gran paso para este cambio que reclama el pontífice podría ser la cumbre de la ONU sobre el cambio climático (COP21), que comienza el próximo lunes en París, una oportunidad para «replantear y corregir las disfunciones del actual modelo de desarrollo».
Francisco confía en que no se repita el resultado de cumbres anteriores: «Sería triste, y me atrevo a decir hasta catastrófico, que los intereses particulares prevalezcan sobre el bien común y lleven a manipular la información para proteger sus proyectos».
Los 195 países participantes intentarán llegar a un acuerdo para contener el calentamiento global por debajo de los 2 grados centígrados.
«Ningún país puede actuar al margen de una responsabilidad común. Si realmente queremos un cambio positivo, tenemos que asumir nuestra interdependencia», recordó.
Otro avance debería ser la cumbre de la Organización Mundial del Comercio que se celebrará en Nairobi entre el 15 y el 18 de diciembre, donde el papa cree que habría que alcanzar acuerdos que aseguren «un mínimo» de acceso a la atención sanitaria para todos, especialmente en los países pobres.
También deseó que esta reunión no aspire a conseguir un simple equilibrio de intereses contrapuestos, sino que se convierta en un «verdadero servicio» a la causa común y el desarrollo.
La integración de las economías a escala mundial no debería mermar «los sistemas de salud y de protección social», aseveró el pontífice, quien lamentó que aún no exista un sistema comercial internacional equitativo al servicio de la pobreza.
Aunque, quizá, el primer paso para lograr revertir la «globalización de la indiferencia», sea el respeto mutuo entre personas, tal y como apuntó en la multitudinaria y colorista misa que ofreció en la Universidad de Nairobi.
Ante un auditorio de incesantes cánticos, bailes y paraguas, el papa clamó contra la violencia machista, problema que, sólo en Kenia, padecen el 45 por ciento de las mujeres.
Hay que detener «la arrogancia de los hombres, que hieren o degradan a las mujeres», hay que defender «la dignidad de cada hombre y cada mujer», dijo Jorge Bergoglio.
El papa pondrá fin mañana a su estancia en este país, donde también condenó la radicalización de la juventud y la justificación de la violencia en nombre de la religión.
Lo hará con una visita al barrio chabolista de Kangemi, uno de los más pobres de Nairobi, y un último encuentro multitudinario con jóvenes.
Después pondrá rumbo a Uganda, donde algunos colectivos perseguidos por la sociedad, el Gobierno y la propia Iglesia aguardan un mensaje público de tolerancia que alivie su situación.
Fuente: Noticieros Televisa