Existe un conflicto desde hace años que no parece apaciguarse. La guerra entre los ministerios de Cultura y Exteriores, viva y cruenta desde tiempos del socialista César Antonio Molina al frente de la primera de esas carteras, atraviesa una nueva batalla. Esta vez se libra en México y a costa de una leyenda: Luis Buñuel. La casa del cineasta durante su exilio, donde se sucedieron algunos de los años más creativos de su carrera, se ha convertido en el centro de un conflicto por su control. Cultura la compró y la reformó. Exteriores, con toda la obra ya hecha, se niega ahora, según el otro ministerio, a ponerla en funcionamiento si no se cede completamente su gestión al equipo de José Manuel García-Margallo.
En Cultura, el malestar cobra visos de indignación. Sus responsables se plantean incluso venderla al Gobierno mexicano y al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta). Cuando Ángeles González-Sinde dirigía Cultura, con José Luis Rodríguez Zapatero al frente del Ejecutivo, la compró a los herederos del cineasta por 400.000 euros. El Estado emprendió su reforma, que costó otros 686.000 euros.
El edificio está preparado para realizar actividades, pero cerrado a cal y canto desde hace meses. ¿La razón? Exteriores es el encargado de realizar los pagos de cualquier acción del Gobierno en el extranjero, pero se niega a hacerlo en este caso a no ser que asuma el control, según fuentes de la Secretaría de Estado de Cultura.
En Exteriores se apunta que es un centro de Cultura y que no pueden inmiscuirse. Pero si se les confiara su gestión, estarían encantados de hacerse cargo, según apuntan fuentes de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), encargada de la acción cultural en el exterior, cuyo responsable es Gonzalo Robles.
La pugna continúa latente desde tiempos de César Antonio Molina, segundo ministro de Cultura de Zapatero. Molina no ocultó su ambición de hacerse con el control del Instituto Cervantes y se enfrentó al entonces titular de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos. Desde entonces, los sucesivos responsables de ambas carteras, tanto del PP como del PSOE, han batallado por el control de todo lo referente a la acción cultural fuera de España.
Exteriores adolece de falta de iniciativas en la gestión de la cultura, según sus rivales, pero no se plantea ni por asomo ceder sus competencias. Cualquier excusa es buena para volver a encender el conflicto.
La casa del cineasta ha sido concebida, con proyecto y fondos suficientes de Cultura, para albergar talleres, conferencias, exposiciones, festivales de cine, estancias de pintores, dramaturgos, académicos y, por supuesto, cineastas, como ya ha sido el caso de Jonás Trueba o del alemán Harun Farocki, fallecido el año pasado.
Funcionó a pleno rendimiento desde junio de 2013 hasta mayo pasado. “Se hicieron muchas actividades, pero un recinto así requiere de personal para mantenimiento, vigilancia, limpieza… A principios de este año empezó a haber problemas de fondos para seguir sosteniendo estos servicios, y una vez finalizado el programa no se pudo reanudar”, explica Guadalupe Ferrer, directora de la Filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La adquisición se fraguó en una visita de González-Sinde a finales de 2010. Tras morir en 1994 la viuda de Buñuel, Jeanne Rucar, el domicilio pasó en alquiler de mano en mano. “Los herederos, los dos hijos de la pareja, estaban descontentos porque a veces los inquilinos no pagaban. Querían venderla, y cuando llegó la oferta de España no lo dudaron”, cuenta Mario Baño, el director de la casa durante sus años de actividad.
De los muebles originales no queda rastro, salvo un piano. En uno de sus famosos arrebatos, Buñuel vendió el instrumento a unos amigos a cambio de una caja de champán, pero la familia donó el piano cuando se abrió el centro cultural.
Fuente: Tiempo en Línea