Por MARIO MELGAR ADALID | El Universal
Hace dos años llevé mi Volkswagen Touareg al servicio programado. Mientras esperaba, un vendedor de la Volkswagen en San Antonio, me convenció de que, después de años de uso, había llegado la hora de cambiarla. Me demostró el fabuloso Pasatt TD —Clean Diesel (!). Se trataba, según el vendedor, del auto más eficiente en cuanto a consumo de combustible: con un solo tanque de diesel podrías llegar de San Antonio hasta Querétaro (700 millas). ¡Ah!… se trata del auto más limpio y ecológico del mundo. “Los pajaritos te lo agradecerán”, me dijo.
De manera que antes de cambiar el aceite a la Touareg, ya había cambiado de coche. Para algo sirve el crédito barato y accesible —pensé. Cada mes, faltan tres años todavía, pago los abonos del Pasatt que se convirtió de portento tecnológico a coche descontinuado, devaluado, contaminante. Una espina al corazón alemán, un agujero en mi bolsillo .
Hace años los aficionados al automovilismo formaban dos bandos: los partidarios del Volkswagen alemán y los del Fiat italiano. En las carreras se daban esos duelos del que ninguno salió como definitivo vencedor. En la carrera comercial VW resultó triunfador en México y en el mundo.
Este 2015 VW desplazó a Toyota como el auto más vendido en el mundo y el éxito del “carro del pueblo” que imaginó Adolfo Hitler, se convirtió en el ícono de la Alemania reinventada, la gran potencia europea, algo arrogante, antipática y prepotente, pero eficiente y honorable —se pensaba.
Japón, Corea, y China se subieron al carro estadounidense para perseguir a la automotriz alemana. Detroit ve en el fraude ecológico alemán, la oportunidad del resurgimiento largamente esperado de sus marcas. Japoneses, coreanos y chinos miran una oportunidad de oro para sus mercados. No solamente se caen las acciones de la VW en la Bolsa (-30 por ciento) sino que las ventas están afectadas seriamente.
Alemania, el país número uno de la Comunidad Europea, no sólo da consejos sino impone criterios. Es el país que fija las reglas de la economía comunitaria, es el referente de la euro-política, como quedó claro en la crisis económica de Grecia y la humanitaria de los migrantes sirios. Es el país que encabeza la lucha por la sustentabilidad, la protección ecológica, el cambio climático, la reducción de la capa de ozono y la biodiversidad entre otros objetivos de defensa ambiental. La crisis de VW puso en entredicho la solvencia moral alemana, porque se trata de un fraude de dimensiones millonarias.
Es cierto que la Volkswagen no es Alemania, pero casi. El éxito de la Volkswagen, ahora dueña de Porsche, Audi, Lamborghini, Bentley y hasta Bugatti —el auto más caro del mundo— así como de la reina de las motos, la italiana Ducati, era también el éxito de Alemania, país que al reunificarse enterró el sueño soviético.
El escándalo de los fraudulentos motores contaminantes de la Volkswagen contradice la política alemana destinada a convencer y forzar al mundo a disminuir las emisiones de carbón. El fallo en contra de VW de la EPA (Environmental Protection Agency) estadounidense, cuestionó sin proponérselo, la seriedad, eficiencia, credibilidad, apego a las normas de las estructuras de gobierno y de negocios y lo más serio: la ética y moralidad alemanas.
Probablemente alguien desde el más allá le avisó al papa Francisco del problema de Volkswagen. Justo cuando explotaba el escándalo, Francisco llegó a la Casa Blanca en un compacto y austero Fiat Quinquecento, competidor de Volkswagen. Rubricó con su visita la derrota global de Volkswagen. Fiat se fue al cielo mientras a VW se la llevó el diablo.
Los alemanes que perdieron dos guerras mundiales, se levantaron de la lona para producir el milagro alemán. Veremos cuándo llegará el milagro Volkswagen. Por lo pronto no sé qué hacer con mi contaminante y desvalorizado Pasatt, salvo pagar las 36 mensualidades que faltan.
Editor de ‘mexicanautomotive.com’.
@DrMarioMelgarA