Llegó al poder el más priista de los perredistas. Lo dicen los michoacanos convencidos de que Silvano Aureoles goza de todo el respaldo del Gobierno Federal. Hasta Morelia llegaron Miguel Ángel Osorio Chong, –a nombre de Peña Nieto– y Manlio Fabio Beltrones –como padrino–, ambos, testigos del bautizo del hijo predilecto de Carácuaro –donde nació– y Zitácuaro –donde creció–.
Pero más fuerte que el apapacho recibido es la expectativa prometida por el nuevo mandamás de un estado fallido, con instituciones devastadas, corruptas e ineptas, seducidas por el imperio del crimen organizado.
«El crimen organizado ha empezado a amenazar a presidentes municipales para que cumplan sus antojos. Les pido que los denuncien. Nunca más autoridades arrinconadas”, promete… y exige a los nuevos 113 alcaldes acogerse al mando único policial a más tardar en quince días, para evitarse las molestias del presidio…
¿Cabe el milagro en este cuerno de la abundancia saqueado?
Silvano acepta el desafío de gobernar para transformar. Cortar la cabeza de la ilegalidad y el caos; sanar a un pueblo lastimado; exorcizar a los demonios que andan sueltos.
Anuncia que revisará cuentas del pasado para encarar el futuro; auditará el boquete financiero de provocado por los 33 mil millones que le heredan Leonel Godoy y Fausto Vallejo… ¿y castigará a quien resulte responsable? Asegura que habrá cero tolerancia, plena transparencia y rendición de cuentas, para sacar a Michoacán del fondo de la lista de los estados menos competitivos.
¿Misión imposible?
EL MONJE LOCO: Al secretario de Gobernación le tocó entregar dos territorios perdidos por el PRI. Tragó sapos. Fue a Querétaro a atestiguar la protesta de un panista, y al medio día, a empujar a un perredista.