Las aguas transparentes de El Caribe son el hogar del manatí, especie en peligro de extinción que en los últimos años se ha convertido en el ícono de la lucha por lograr un mejor ambiente en la frontera México-Belice, pues los esfuerzos hechos por ambos países para su conservación representan un caso de éxito.
Aunque la presencia del manatí se ubica en el Océano Atlántico, desde Florida hasta Brasil, se observan importantes poblaciones en el estado mexicano de Quintana Roo y en Belice.
De acuerdo con el programa de monitoreo desarrollado por El Colegio de la Frontera Sur campus Chetumal, en la zona existen alrededor de mil 150 ejemplares que viajan de Laguna Guerrero, en México, al centro y sur de Belice.
De ahí la importancia de una visión regional de cooperación entre estas naciones, comentó Benjamín Morales Vela, investigador de esta casa de estudios, quien además recordó que el Santuario del Manatí fue decretado por México como Área Nacional Protegida en 1996 y dos años después lo hizo Belice, con lo cual se implementaron estrategias para su monitoreo, estudio y conservación.
El científico explica que el manatí es un mamífero acuático, que se alimenta de vegetales y que puede llegar a pesar hasta 500 kilos y medir poco más de tres metros.
Es un animal dócil, con un desplazamiento suave y continuo con el que puede recorrer hasta 300 kilómetros de distancia, de modo que hay una gran conectividad de ambientes que trascienden fronteras.
Por ello, el Santuario del Manatí abarca una extensión de 281 mil hectáreas, incluidas no sólo las aguas de la Bahía de Chetumal, sino también las de la Laguna de Guerrero y 101 mil hectáreas de humedales circundantes, pues la presencia de agua dulce y poco profunda así como vegetación, condicionan la existencia de esta especie.
El investigador, quien ha trabajado en el proyecto de conservación desde 1992, refirió que el programa de monitoreo contempla conteos aéreos en los que se recorre la línea de la costa y se van registrando a los animales que se observan.
Así como un proyecto de marcaje, efectuado de 2004 a 2008, en el que se colocaron trasmisores a 17 ejemplares para darles seguimiento vía satelital, y cuyos resultados arrojaron que si bien los manatíes no llevan a cabo migraciones como tal, sí hacen movimientos regionales que tienen su origen principalmente en el desplazamiento que hacen los machos para su apareamiento.
Regularmente las hembras son más afines a ciertos ambientes pues buscan estabilidad para reproducirse y tener a su cría, lo que hace necesario el traslado de los machos, no obstante “como especie tienen una alta capacidad de desplazamiento”, agregó Morales Vela.
Otra de las conductas que se observó es que el manatí es un animal semi sociable, pues “la única relación formal que existe en esta especie es la de la hembra y la cría, que puede durar hasta dos años, después, los animales tienden a estar solos”.
A pesar de que el manatí es un animal longevo que puede llegar a vivir hasta 60 años y a que no tiene depredadores naturales, está en peligro de extinción debido a su baja tasa de reproducción, que es de una cría en promedio cada tres años, a la fragmentación de su hábitat por el desarrollo costero y el turismo masivo, así como a la contaminación de desechos de zonas urbanas y de un mal manejo de pesquerías.
“No es un problema solo de México, sino que también está presente en Belice y en otros países, pero en particular para México nos interesa trabajar en la reserva de la Bahía de Chetumal que es un instrumento de conservación”, indicó.
Ante este panorama el investigador recalcó la importancia de las estrategias asociadas a la conservación de la reserva que permitan la participación de la comunidad, ya que entre más información se le dé a la población, ésta conocerá y protegerá más al manatí.
Fuente: Sin Embargo