Anécdotas como estas hay muchas, pero también hay las que nunca se contaron y nunca se contarán porque quienes las vivieron, no lograron salir de los escombros que los atraparon…
Eran las 7:17 del jueves 19 de septiembre de 1985 cuando un sismo comenzó a sentirse en la ciudad de México, y solamente 2 minutos bastaron para destruirla.
El terremoto de 1985 tuvo una magnitud de 8.1 grados en la escala de Richter y es uno de los más fuertes y desastrosos que ha sentido la ciudad.
Es en este contexto en el que hemos recopilado las historias de 10 sobrevivientes de la tragedia, y te invitamos a que conozcas esas asombrosas historias.
El doctor Francisco Javier Bucio se encontraba en el edificio de médicos residentes del Hospital General de la ciudad de México cuando el terremoto comenzó a sentirse. «Como tantas veces, empezó a temblar, empezó a moverse todo, nos quedamos así, esperando a que se fuera, pero no se fue, no se fue, de repente hizo un movimiento extrañísimo, se torció el edifico y de ahí, se apagó todo, un ruido impresionante, a oscuras obviamente», mencionó a Noticieros Televisa.
El doctor quedó atrapado con cuatro pisos colapsados abajo, y cuatro más arriba; y fue ahí donde tuvo que esperar 93 horas atrapado entre los escombros, sin agua, sin comida y con el brazo totalmente atrapado; pero luchando por su vida y con el temor de perder el brazo y de que su sueño de ser cirujano plástico se acabara.
Los rescatistas y su familia lograron sacarlo de los escombros, pero perdió parte de la mano derecha; sin embargo, un cirujano plástico estadounidense le ofreció su ayuda y logró implantarle dos dedos de los pies en la mano. Hoy en día, el Dr. Francisco Javier Bucio es un excelente cirujano plástico que desarrolla su práctica médica en la ciudad de Tijuana.
Guadalupe Conde Dorado llevaba ya cuatro años trabajando como costurera en la avenida San Fray Servando, y ese 19 de septiembre, como era de costumbre, tomó el transporte público para llegar a su lugar de trabajo, de pronto, se comenzó a sentir el temblor.
“Yo vi cómo el piso se abrió, fue algo apocalíptico, nunca podrá olvidar cómo la gente comenzó a gritar y a correr… No sabíamos qué consecuencias había traído el temblor y comencé a caminar tumbo a mi trabajo. En el camino una persona pasó llorando y dijo que se habían caído edificios. La policía ya no me dejó pasar para ir al taller, pero pude ver que no se cayó. Como nos dijeron que la zona estaba cerrada me fui a San Antonio, donde tenía muchas amigas, ahí estaba todo horrible. Muchos edificios donde había trabajado se cayeron y ahí conocía a muchas empleadas”, relata al periódico El Universal.
Aún con indignación, Guadalupe comenta que lo primero que los patrones hicieron fue tratar de sacar las máquinas y los rollos de tela, antes que a sus empleadas.
Recientemente y con motivo de la conmemoración del aniversario 30 del terremoto del 85, el portal EFE logró juntar a dos personas que lo vivieron y aún lo recuerdan con lágrimas, un superviviente y su salvador. Abel Torres Chávez era un estudiante del Conalep que se encontraba en la calle de Humbolt, en el centro de la ciudad, y fue precisamente ahí donde permaneció enterrado por 72 horas bajo los escombros, hasta que Efrén Zariñana “La Pulga”, lo rescató, el 22 de septiembre de 1985.
«Entró él y empecé a oír su voz. ‘Abelito, ya estoy aquí’, me decía, ‘ya estamos juntos y ya te voy a sacar’. Y lloramos juntos», comentó Torres.
Abel fue el rescatado #27 de “La Pulga” y no se habían vuelto a ver desde que le salvó la vida; sin embargo, Zariñana no dejó su labor de rescatista, y durante estos 30 años ha salvado a centenares de personas y vio los más horripilantes sucesos. Preguntado por cuál ha sido el lugar más duro, sin titubear lo confirma: México.
Francisco Ramos Zárate era otro de los alumnos que ese día quedó sepultado en los escombros del Conalep, y uno de los 18 sobrevivientes de los cientos que se encontraban ahí. En una entrevista vía telefónica con Notimex menciona “Sentí un fuerte golpe sobre la cabeza cuando me levanté para dar un tema sobre matemáticas; después, todo era oscuro y escuchaba lamentos. Cuando recuperé el sentido no escuché más ruido ni nada, sentí que algo me aprisionaba… Tomé el mando y comencé a pasar lista de mis compañeros, el primero que me contestó fue el profesor, después María Antonieta, luego Elianey, luego más al fondo Abel, que fue el que tardó más tiempo atrapado. Cuando me sacaron de entre los escombros habían transcurrido 36 largas horas…”
Tras lo ocurrido, Francisco se unió al grupo de rescate “Topos BR-19”, vive en Estados Unidos y se dedica al negocio de la comida, además, pertenece a un grupo de radio aficionados para apoyar con la comunicación si es que hay alguna emergencia en México u otro país.
Abraham Nava es un ex trabajador de Pemex, y uno de los hombres que decidieron convertirse en rescatistas y ayudar a quienes se encontraban entre los escombros.
En una entrevista con Cadena 3, Abraham recuerda esos momentos de pánico, en los que trabajó en lo que era el edificio de Conciliación y Arbitraje, rescatando a una señora.
Durante ese terremoto, muchos fueron los inmuebles que resultaron colapsados, entre ellos el edificio Nuevo León en Tlatelolco; y precisamente ahí, quedaron atrapadas muchas personas, de las cuales solo unos pocos fueron rescatados, como Óscar Flores Lomelí y su esposa, Rebeca Orozco.
En una entrevista para la producción especial de NatGeo México 85 Relatos del Terremoto, Óscar relató que vivía en el departamento 114 del sexto piso y que logró sobrevivir gracias a la columna que le hizo perder el brazo izquierdo, pues fue ésta la que sostuvo los escombros y los salvó de morir aplastados en el edificio que prácticamente quedó en ruinas.
“Cuando Rebeca despertó me preguntó si estábamos vivos o en el infierno. Yo le dije que estábamos vivos y en el infierno. No sólo se derrumbó el edificio, también nuestras vidas”, recordó.
Ellos fueron rescatados cinco días después del terremoto, cuando los rescatistas solicitaron la fumigación para evitar la propagación de las enfermedades por los muertos, y los vecinos solicitaron el uso de perros de búsqueda para asegurarse de que no había ningún sobreviviente.
Juana Huitrón tiene 71 años, y hace 30 fue la primera mujer rescatista que apoyó a quienes la necesitaron en los escombros de Tlatelolco.
“El 19 de septiembre de 1985, a las 7:17, cuando empezó a temblar la tierra, justo en ese momento, vivíamos frente al edificio Nuevo León, vimos colapsarse un edificio por el cual circulábamos diariamente, era el paso de mis hijos para su escuela, tenía a mis amistades que vivían en ese edificio… El señor Plácido estaba ahí, me di cuenta de todos los medios de comunicación que llegaban hacia él, y empezó a llegar mucha ayuda. Fui a ver otros lugares, donde se hicieron albergues y la gente llegaba llorando, querían medicina; regresé con el señor y le dije que me daba tristeza ver que había destrucción por todas partes. Le dije que teníamos gente atrapada y no teníamos con que ayudarla; él me dijo: Señora anóteme en un papel todo lo que usted necesite, porque hoy va a llegar el señor Zabludovsky, a las 9 de la noche, y la quiero aquí con esa lista para dársela a Jacobo…» mencionó para Notimex.
Fue así como Juanita creó su grupo de rescate internacional 19 de septiembre Topos, ahora encabezado por su hijo David, y el cual ha hecho tareas de este tipo en al menos tres continentes. Ella estuvo presente en la mayor parte de los países donde se ha requerido su apoyo, como Estados Unidos cuando se derrumbaron las Torres Gemelas tras un atentado terrorista el 11 de septiembre de 2001.
Hoy en día tiene enfisema pulmonar, sin embargo esa enfermedad no le quita las ganas de seguir aprendiendo y querer ayudar, en donde sea que le necesiten.
Otra de las terribles y milagrosas historias es la de Jesús Francisco Flores Medina, quien este 19 de septiembre cumple 30 años.
Algunos lo conocen como El Niño Terremoto, pues precisamente ese día nació gracias a que su abuela lo sacó del vientre del cadáver de su madre. “Mi abuela salió a las 7 de la mañana a la leche, cuando regresó vio derrumbado el edificio en el que vivía, en la Plaza de San Camilito, en Garibaldi… Ahí fallecieron 24 familiares, 12 eran mariachis: Los hermanos medina. Mi abuela, desesperada, no quiso dejar que la retiraran del lugar hasta ver el cuerpo de su hija, de 17 años, y de sus demás familiares. Después de un tiempo vio a mi madre, que aún entre los escombros tenía los brazos y manos cubriéndose el vientre, dentro del que yo me movía. Mi abuela me contó que, sin titubear, con una navaja de rasurar cortó su vientre y me sacó. Así nací, en esas circunstancias…” recordó en una entrevista para El Universal. Hoy en día, Francisco se dedica a la política y ha sido diputado suplente.
El restaurante Súper Leche, ubicado en San Juan de Letrán, era uno de los más populares en aquel entonces y Víctor Manuel Fernández era su dueño. Se abría a las siete de la mañana y el propio Fernández recuerda que el ex presidente Díaz Ordaz mandaba una motocicleta para que comprara conchas con nata.
Durante el terremoto, Víctor se encontraba corriendo en el Lago de Chapultepec y no se percató de la magnitud del movimiento, hasta que se dirigía a su negocio y se encontró con un conocido que le dijo “Prepárate porque no queda nada”. Cuando llegó al restaurante, pudo observar que el edificio donde trabajaban casi 100 empleados y dónde vivía su madre, estaba derrumbado.
“Jacobo Zabludovsky me abrazó, se veía delgado pero él tenía mucha fuerza y no me dejó mover, por más que le decía que me soltara, no lo hizo…” recuerda agradecido.
El señor Fernández perdió a nueve familiares, sólo pudo identificar a su madre por una esclava que traía puesta. Hoy a sus 73 años tiene la ilusión de volver a abrir otro restaurante Súper Leche…
María Hernández fue otra de las costureras que lograron sobrevivir a la tragedia. Recuerda que eran las 7 de la mañana cuando llegó a su jornada laboral en la Colonia Obrera y poco a poco el sonido y el movimiento de las máquinas de coser se interrumpió con un fuerte movimiento que hizo que los hilos y las telas se cayeran.
“Era un edificio muy viejo, no pudimos salir corriendo porque la puerta principal se trabó. Nos asomamos por las ventanas y gritábamos por ayuda, pero los dueños estaban muy ocupados en otra fábrica, revisando que nadie se robara nada… Gracias a que unos muchachos rompieron la puerta con martillos es que pudimos salir. Los patrones no nos dejaban irnos, querían que no nos fuéramos porque estaban esperando a que llegara la luz. Era impactante cómo hablan quedado esos edificios, muchas compañeras murieron. A los patrones les interesaba sacar la mercancía y las máquinas antes que rescatar a las costureras…” recordó en una entrevista con El Universal.
Fuente: de10.com