«26 de septiembre no se olvida», se leía en una de las pancartas de los manifestantes a un año de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Recuerda aquella consigna alusiva al 2 de octubre de 1968; ambas, fechas de vergüenza.
Sí, salado es el recuerdo de los 43 sobre la herida abierta en carne viva; arde la incertidumbre con intensidad insoportable.
¿Basta la indignación?. No, pero la movilización social y la protesta son termómetros certeros.
Los padres y madres de los 43 agradecieron desde el Zócalo el apoyo popular a su tragedia; repudiaron al gobierno federal por la falta de respuesta. «Necesitamos ayuda de ustedes, porque vamos a seguir buscando a nuestros hijos (…) seremos una piedra en el zapato presidencial”, advierten a quien quiera escucharlos.
Si es agonía desconocer el destino de los desaparecidos, la verdad escondida en la versión oficial resulta peor.
El caso no puede cerrarse, menos diferirse al infinito.
El silencio no es opción. Tampoco el olvido…
EL MONJE LOCO: ¿Puede garantizar el Gobierno que nunca más se repitan hechos como los de Iguala?. ¿De verdad se logrará una acción nacional que exige voluntad y determinación de los tres poderes para evitarlo en cada municipio y en cada entidad?. Mientras, los oportunistas y vivales aprovecharán para agitar las aguas; bajo la sombra de los ofendidos son quienes quieren someter al Gobierno a un juicio internacional… para condenarlo y tumbarlo.