La metáfora de Jonathan Swift aplica a Manlio Fabio Beltrones.
Si alguien dudaba, el sonorense lo aclara. Entre PRI y el Gobierno no existe sana distancia, mucho menos enferma. El “viejo” nuevo líder tricolor presume la lección aprendida durante sus largos viajes a través de sótanos, túneles y drenajes políticos de la historia reciente.
Cuando el PRI se alejó de Ernesto Zedillo –o al revés–, perdió la Presidencia. Cuando Vicente Fox tuvo la ocurrencia de pintar una raya entre el poder y su partido le fue como en feria. Cuando Felipe Calderón quiso enmendar el estropicio de su antecesor no pudo sino devolver la “Silla del Águila” a los herederos de la revolución… y ahora a ver quien es el “rayito de esperanza” que se las arrebata.
Si no se ejerce, el poder también se deshace como el hielo entre las manos.
Con la llegada de Beltrones –en 2012 perdió con Peña la batalla pero no la guerra– el PRI fortalece su liderazgo oficial y oficioso. En este caso, el sonorense será el presidente del Presidente… por ahora; después ya veremos.
En el juego de valores entendidos, de unión y disciplina, Manlio vivirá a la sombra de Los Pinos, como soldado del Jefe Máximo de la Institucion… del mandamás (ni modo, así lo inventaron los priistas).
Al frente del PRI, Beltrones se pone el overol; propone la urgente renovación de la estructura y oferta tricolor para evitar más rezagos, mantener la capacidad de representación y liderar la conducción del cambio social que demandan quienes anhelan un mejor país…
Dicen los que quien sabe si saben que el gigantismo de Beltrones es directamente proporcional a la pequeñez de sus adversarios hundidos en escándalos “imperdonables”, desazón y falta de pericia.
¿Beltrones sí tiene pantalones?
EL MONJE LOCO: En alto contraste, Carlos Navarrete ya es historia; valiente, apostó a renovarse o morir… y perdió la cabeza. La tragedia de Iguala y la debacle electoral lo condenaron, y las “tribus” caníbales se la cobraron, y se lo merendaron.